miércoles, 29 de julio de 2015

Death Note - Reglas de uso IV




  • "El propietario del Death Note será seguido por un Shinigami, su propietario original, hasta el día de la muerte del propietario del death note o hasta que el death note este completada"
  • "Si un humano utiliza este cuaderno, un Shinigami aparecerá antes de 39 días después de empezar a utilizar el cuaderno."
  • "Los Shinigami, los propietarios originales del Death Note, no harán nada, en principio, que ayude o prevenga muertes en el cuaderno."
  • "Un Shinigami no tiene la obligación de explicar cómo usar el Death Note ni sus reglas al humano propietario del cuaderno."


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Divina Comedia - uno

1850      Italia, Florencia.


                -Siempre viene aquí a leer.
                Beatriz alzó la vista del libro sobresaltada y se encontró con los ojos de un joven florentino observándola atentamente. La muchacha cerró el libro, sin prestar atención a la página en la que se había quedado, y decidió levantarse del árbol donde siempre se apoyaba para leer.
                -Señorita, le hablo a usted.
                Beatriz ni siquiera se giró para contestarle, pues no sabía por qué aquel hombre la abordaba de esa manera tan repentina. No lo había visto en su vida, pero al parecer él si a ella, y pensar en ello le puso nerviosa. Por lo tanto, tomó camino hacia su casa. Agarró con fuerza el libro y desapareció del paisaje inmediatamente.
                El joven suspiró disgustado y se levantó con pesar. No esperaba una buena respuesta pero tampoco una tan radical. Se ajustó la chaqueta y siguió a la chica que él mismo había espantado. La vio ligera, moviéndose sin problemas y librándose de la gente que se cruzaba en su camino. Se enamoró del vuelo de su vestido blanco, de su pelo débilmente recogido y de sus pasos gráciles. Debía saber al menos su nombre, llevaba días dedicándole versos a esa mujer, sin apartar sus pensamientos de su caída de ojos, de cómo se colocaba el pelo tras la oreja o de qué manera tan dócil cuidaba el libro que tuviera entre sus delicadas manos. Era algo que debía controlar, ya que se estaba volviendo enfermizo. Seguramente, pensó, creería que era un acosador. El problema era que se había convertido en prisionero de los ojos de aquella mujer. Creía habérsele parado el corazón cuando ella lo había mirado por primera vez. Había fruncido el ceño y lo había mirado con desdén y desconcierto, pero de igual manera no sabía de dónde venía aquella reacción tan desesperada por hablarle una segunda vez al verla levantarse.
                Beatriz miró por encima de su hombro, por si aquel hombre la seguía. Lo encontró a mucha distancia de ella, pero sabía que la estaba persiguiendo, ya que pudo ver cómo oteaba con los ojos a cada una de las personas con las que se cruzaba buscando a Beatriz. Estaba nerviosa y lo pudo notar en cómo le temblaban las manos. Se alegró de tener aquel libro entre sus manos ya que al menos con él disimulaba su nerviosismo. Cruzó la esquina de la primera calle que vio, sin saber a dónde la llevaba y se permitió el lujo de pararse. Se apoyó contra la pared y respiró con calma. Se sorprendió al darse cuenta de que estaba sonriendo. Beatriz se llevó una mano a los labios descubriendo que así era y seguidamente al corazón, el cual bombeaba fuertemente su pecho. Se estaba divirtiendo.
                -Señorita, ¿de qué se ríe?
                Aquel hombre estaba frente a ella, mirándola de la misma forma que antes. Beatriz no se había fijado hasta el momento, pero tenía una mirada profunda de ojos claros. Era joven, pero no más que ella, se notaba que le sacaba unos cuantos años. Se acercó despacio hacia Beatriz, imponiéndole su cuerpo para que no pudiera volver a escapar.
                -¿Por qué? - le preguntó Beatriz, apretando contra su pecho el libro que sujetaba.
                La cálida voz de la muchacha le cautivó, llenando su pecho de felicidad. Pero no más que cuando la había encontrado apoyada en esa pared con una sonrisa entre los labios. Además de sus ojos, se había vuelto cautivo de su sonrisa. Eran labios carnosos, pero no demasiado, los cuales ocultaban una bella sonrisa. No podía decirle que estaba enamorado de ella hasta rozar el límite de la obsesión, pero no era porque no quisiera confesarse, sino porque no podía. No esperaba que la joven lo mirara con esa intensidad.
                -Por favor, déjeme en paz.
                Beatriz se apartó de él y decidió continuar su camino. No sabía a qué venía ese interés que no intentaba siquiera disimular por ella, pero Beatriz no se iba a quedar hasta la saciedad esperando a que ese hombre le respondiera. Era una pregunta sin sentido, pues demostraba que se había interesado ella también por el muchacho.



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Hago chás y aparezco a tu lado

*se abre el telón*

Bueno, ya sabéis cómo va esto: yo os pido perdón y vosotros os hacéis los locos. A ver, sí, siempre me pasa igual y no os lo voy a negar, pero entre una cosa y otra (es decir, nada), he estado ocupada y ni me acordaba de esto, para qué mentir. A lo mejor sí que me acordaba, pero al rato decía, para qué. Tampoco he tenido ganas de escribir y eso influye también mucho en la actividad del blog, así que es posible que cuando menos os lo esperéis acá una servidora desaparezca de nuevo. 
Dicho lo cual, me disculpo otra vez. Con respecto a las historias ya comenzadas y a medias como Bellas Artes, no os asustéis, sigo siendo la misma sádica y loca escritora de siempre, así que poco a poco volverá a ponerse al día. Solo os pido la paciencia que yo no tengo, así que, nada más por el momento.
Espero que las vacaciones os estén sirviendo para cosas más productivas como las que yo hago.

*se cierra el telón*


HABLANDO EN >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>ATUL

domingo, 17 de mayo de 2015

Bellas Artes - Parte 4/ Dante y Milles - 1

SEGUNDA MUERTE - DANTE Y MILLES

Hacía mucha calor y yo empezaba a agobiarme en clase. Era última hora y todos, incluida yo, estaba cansada. Las ventanas estaban abiertas para que ventilara un poco, pues éramos muchos en una misma clase. Por desgracia, en Geografía o Matemáticas, los del aula de al lado se venían a la mía. 
Pero no todo eran desgracias, al menos, ya no tenía a Annabel a mi lado desde hacía un mes, lo que me hizo que me quitara un gran peso de encima. Ya no tenía su voz de pito retumbando en mi oído, ni tenía que volver a escuchar sus "Joder, esas son mis cosas". Era todo un alivio. La hija de puta, perra y estirada de Annabel no volvería a incordiarme nunca más. Por otro lado, mi madre se había sentido muy orgullosa de mí, ya que había matado por primera vez.
¿Que qué pasó con el cadáver? Nos lo comimos.
Mi madre es una experta en la cocina y...

-Espera, espera.
Will levantó la vista, al verse interrumpido por su amiga. Este estaba entusiasmado por la historia que acababan de leer y por la que ahora estaba leyendo. ¿Caníbal? Fuera quien fuese esa persona, tenía una imaginación brillante y lo bastante sádica para escribir eso.
-¿Qué?
-¿Cómo puedes leer eso con tanta naturalidad?- le preguntó Lotte con curiosidad. ¿Cómo era que a Will le fascinara ese mundo tanto? A ella no era que le desagradara del todo, porque sabía perfectamente que era solo una historia, y tampoco era que concibiera la idea de que fuera del todo asqueroso. Pero claro, eso era porque no lo podía ver visualmente. Si se tratase de una película, Charlotte hubiera desaparecido hacía ya rato-. ¿No te da asco?
Will rió, encantado con su amiga.
-Es curioso.
-Y dantesco.
-Y muy... sádico.
El chico estaba ido de la cabeza, pero eso Charlotte ya lo sabía, por lo que empezó a reírse por la cara de vicioso que tenía en aquel momento. Will se echó hacia atrás, tumbándose en la cama e invitó a su amiga a que hiciera lo mismo. Ambos se acomodaron y Will siguió leyendo.

... y hacía maravillas con la carne. Además, hasta entonces mi madre no me había dejado comer a nadie que ella habuese matado, ya que siempre me decía que prefería verme degustar mi primera matanza. Y así fue, no había nada como la carne del animal que había matado uno para probar y degustar. Era lo mejor que había comido en mi vida desde que tenía uso de razón.
En cuanto a la familia de Annabel,obvio que no se le dijo nada. Annabel había sido una chica muy independiente y que mantenía una relación bastante mínima con su familia, por lo que bastó con dejar una carta en el buzón para que sus padres dieran por hecho el abandono de Annabel.
Y un mes después, me encontraba de nuevo en mi habitación, es decir, ahora, describiendo cómo había sucedido la segunda de las muertes.
Por lo tanto, con Annabel muerta, fingiendo lo mal que aún estaba por su "desaparición", suponía que sería suficiente, ya que no había otras fuerzas que me dijeran "Eh, mátame", pero por desgracia, ahí estaban delante mía; Dante y Milles.
Gilipollas, pensé mientras los observaba desde atrás con repulsión. El odio que sentía hacia ellos era del mismo nivel que el que sentía por Annabel, aunque ha decir verdad, a estos dos los llevaba teniendo en clase, dándome por culo, desde primero de la E.S.O, por lo que ya no podía más.
A Dante por retrasado, subnormal y tocapelotas, el cual nunca había dejado de hacerme bulling. Y a Milles, por más de lo mismo. Según ellos eran los "populares" del instituto. Pero claro, eso era según ellos, bajo mi punto de vista eran unos retrasados en potencia. Y ahora que había probado el matar a alguien, quizás contemplara la opción de volver a hacerlo.
Y así fue.
Resultaba que ese día hacia demasiada calor y Milles no paraba de cerrar las ventanas cada vez que yo las abría. Nunca nos pelábamos por esa gilipollez, porque directamente pasaba de mantener cualquier tipo de conversación con su persona, pero aquel día me tocó lo que venía siendo los países bajos.
-Tío, deja de una vez la ventana.
-Tengo frío- me contestó, cerrando la ventana en todas mis narices.
-No haberte traído el puto bañador.
El profesor de Geografía nos calló y yo crucé los brazos, abriendo como el que no quería la cosa la ventana de nuevo de vez en cuando. De reojo, Dante me miró, ya que había estado atento a nuestra pequeña discusión. 
Esperando a que no le escuchara dijo:
-Gilipollas.
Mi cara se volvió blanca. Definitivamente, odiaba a esos dos. Había explotado en mi interior, ya que la cabeza no dejaba de darme vueltas, mientras que exteriormente, me mantenía impasible. 
Aún así, le sonreí, dejando claro que le había escuchado.
Que se olvidaran ambos de volver a casa.




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viernes, 15 de mayo de 2015

Un rechazo no le sienta bien a nadie II

Cuando Hades se vio desnuda, pareció que se había olvidado de todo lo aprendido en karate. Ella podía defenderse, pero sin su ropa o sin su quimono, no se sentía segura. Héctor la llevó hasta la misma ducha donde la joven se había estado duchando, cerrando la puerta tras él en cuanto Hades estuvo dentro.
Héctor le daba miedo y lo había intentado sobrellevar mientras luchaban, pero esa situación era diferente y lo peor de todo es que no había nadie que la escuchara.
-Déjame ir...
Él le cogió de la barbilla y se pegó contra su cuerpo, aprisionándola contra la pared de la ducha. Las manos de Hades intentaron apartarlo, pero consiguió capturar las dos y ponerlas por encima de su cabeza con tanta fuerza, que Hades se imaginó los moratones que le saldrían después.
-Wow, pero si eres una chica- comentó divertido mientras miraba con hambre los pechos descubiertos de Hades.
-Y tú un gilipollas.
Por un momento, Héctor la separó de la pared y justo después, usando su fuerza bruta, la estampó sin cuidado otra vez contra ella. La columna de Hades se quejó y ella notó sus piernas con menos fuerza por mantenerla de pie. La joven, como era normal gritó, asustada y él le tapó la boca con su mano libre, pegándola más a él.
-Antes me has ganado, ¿sabes cómo me ha hecho sentir? Tú, insignificante mujer, me has vencido y le has hecho daño a mi ego. Nunca me habían tumbado- Hades escuchaba con atención lo que le decía el muchacho. ¿Por eso estaba así? ¿Se lo había tomado demasiado a pecho? Oh, Dios mio, pensó Hades. Estaba loco, Héctor estaba loco-, y tuviste que llegar tú, Hades, para hacerlo. ¡Una mujer!- rió sin creerse lo que decía-. ¿Pero sabes otra cosa?- dos lágrimas cayeron de los ojos irritados de la chica y notó como su estómago se iba revolviendo cada vez más. Sabía que él no la soportaba, pero no hasta ese punto. Estaba asustada y de verdad-. Haces que me ponga cachondo, así que vivo en un dilema moral por tu culpa, ya que no sé si follarte en medio de todos o aquí en privado por respeto a ti.
Eso era lo último que Hades esperaba oír.
No podía ser. ¿Qué le acababa de decir? ¿Había oído bien o el miedo le estaba haciendo pasar una mala jugada? Pero Héctor era así, y ella lo sabía, le había llamado puta y ahora quería follársela. Hades lo notaba, ahí, bajo su vientre. No podía creérselo.
De forma inmediata le dio media vuelta y se cernió sobre el cuerpo estirado de Hades, aún con su mano en la boca. Ella no paraba de llorar y esperaba que tuviera un poco de compasión, pero después de la bomba que le acababa de soltar, estando además ella desnuda y con la erección de Héctor ahí en su culo, no sabía que pensar.
Escuchó la cremallera de los pantalones de Héctor y luego caer los mismos al suelo. Le soltó la boca y le puso el culo en pompa.
-Como se te ocurra gritar, te mato aquí mismo- y lo creía, lo peor era que le creía. Sus palabras eran siempre dolorosas pero a la vez sinceras, por lo que era imposible que existiera una doble interpretación.
Hades calló y sollozó mientras notaba como su miembro se hacía paso entre sus partes íntimas. Le dolió. Mucho. Lo suficiente para que se le escapara un grito de pánico.
-¡Para! ¡Para, por favor!
Pero él no escuchaba nada más allá de sus oídos. Empujó y empotró aún más a Hades contra la pared, haciéndole daño en los pechos. La estaba violando, Dios mío. Quería que parara o no, no lo sabía. ¿Pero por qué pensaba eso ahora?
De lo que sí estaba Héctor seguro de que estaba sofocado, excitado con la idea de estar follándosela. Tenía un cuerpo esbelto, delicado y a la vez insufrible que no dejaba de pasar desapercibido cada vez que pasaba por su lado y se cruzaba con sus ojos. Y eso era otra, los ojos negros de Hades eran un infierno, era la misma reencarnación del dios del Inframundo, como bien decía su propio nombre. Desde la primera vez que la vio, la había odiado por asumir que esa mujer le había dado directo en el corazón... y en la entrepierna. Y justo hoy, le había vencido. Hades le había tumbado delante de todo el mundo, excitándolo. Estaba enfermo. Era demasiado delicada para lo que le estaba haciendo. Ella no se merecía eso, pero estar dentro de su... de su... oh, cuántas veces se había imaginado esa situación y cuántas veces se la había follado en su mente.
Siguió follándosela como un conejo, sin ningún miramiento por ella. Le había hecho daño en la columna sin querer, pero no era eso lo que realmente quería ni tampoco asustarla con amenazas que no llevaban a nada bueno. Pero no soportaba lo que ella le hacía sentir cada vez que entraba a clase de karate con el quimono puesto, sabiendo que debajo solo llevaba ropa interior.
De repente, Héctor la soltó y ella se deslizó hasta caer en el suelo. Se subió los pantalones y se alejó de ella, dejándola sola y respirando fuerte. Hades notaba como su cuerpo no podía aguantar nada más que le echaran. Lloraba y temblaba, notando sus músculos y su parte más íntima resentida. La columna le dolía y hasta que no se recuperase no pensaba moverse de ahí. ¿Qué le había hecho ella? Él la había desechado como una muñeca de trapo y ni siquiera la había besado. ¿Qué acababa de pensar? Héctor le había atraído siempre, pero por razones que ella no lograba entender, él la odiaba y no la soportaba. Ella no quería eso, pero parecía algo natural entre ellos. Y ahora se daba cuenta de que había sido gilipollas e ingenua, porque Hades sabía perfectamente que podría haberse resistido más si hubiese querido y no lo había hecho. Le tenía miedo, pero porque se quedaba siempre bloqueada cuando lo tenía delante. Sí, se había imaginado esa situación muchas veces, pero de otra manera. Y ahora se había ido.
-Ten.
Héctor se agachó hasta Hades y rodeó su cuerpo con la toalla que le había arrebatado. Hades se quedó quieta, reacia a su contacto y él, por desgracia, se dio cuenta. Se sintió fatal consigo mismo y por todo lo que le había causado. A pesar de ello, no se esperaba ese gesto de él.
Ella no lo miró en ningún momento, dolida.
-Lo siento. No tengo perdón de Dios.
-No, no lo tienes- corroboró ella a regañadientes. La había tomado sin ningún tipo de consentimiento.


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Un rechazo no le sienta bien a nadie I

-Nos vemos mañana.
Hades se despidió de su compañero de karate y se fue a los vestuarios, donde se ducharía antes de irse a su casa. Tenía todos los músculos en tensión, con la cara roja por los sofocos y el calor. Aunque el quimono era ligero, pero el sudor lo notaba por todos lados. Ella era una de las pocas chicas apuntadas a karate y la única que prefería ducharse allí antes de marcharse. A las demás les daba asco ducharse allí, y en parte tenían razón, pero a Hades no le apetecía nada ponerse su ropa limpia oliendo así.
Como era la última clase que se daba en aquel gimnasio, dentro de los vestuarios de mujeres no había nadie. Todo el mundo se había ido.
Había sido un día agotador y para colmo, se había tenido que enfrentar a un chaval un poco más bajo que ella y seguidamente, sin descansar, con otro con el que no se llevara demasiado bien. Durante todo el combate, la había mirado con odio, el mismo que se intensificó cuando Hades le ganó. Aquello le había sentado como una patada en la boca al chaval y la había tachado de puta sin ningún motivo. La joven sabía que ninguno de los dos no se caían en gracia, pero ella tampoco le había dado razones para ello. Era un simple combate.
Hades se acercó hasta su taquilla y sacó de ella la bolsa con sus cosas de aseo. Se preparó la ropa en uno de los bancos y se metió a continuación en una duchas. Agradeció el contacto con el agua y notó como el sudor se iba desprendiendo poco a poco de su cuerpo. El jabón la limpió y dos minutos después, estaba fuera con la toalla alrededor de su cuerpo. Desde ahí, se oían las pocas personas que iban saliendo del vestuario de los chicos y se dijo así misma que se diera prisa se no quería quedarse ahí encerrada. El pelo era lo de menos, se le secaría por el camino, así que eso no le preocupaba en absoluto,
Lo que verdaderamente le preocupaba a Hades era que su ropa y sus cosas no estaban en el sitio donde las había dejado. Miró inmediatamente a su alrededor y notó como el corazón se le subía hasta la garganta, entrándole ganas de vomitar. Se apretó la toalla, insegura. Alguien había cogido sus cosas, estaba segura. Ella había dejado la bolsa junto a la ropa ahí mismo, justo en el banco que tenía delante suya.
De repente, Hades escuchó un pequeño ruido que le puso alerta y dos segundos después, un chico apareció con todas sus cosas con una sonrisa dibujada en los labios. Los ojos le brillaban y Hades comenzó a temblar.
-Héctor...- era el mismo chico al que le había ganado y el mismo que la había mirado como si no hubiera otra persona en el mundo a la que odiara más que a ella. Era un joven alto, solo un poco más que ella, de espalda ancha y músculos ligeramente definidos. Pero esta vez no la miraba con odio, al contrario, era una mirada de "me gusta lo que veo y lo quiero ya".
-¿Estás bien? Te veo nerviosa- el chico soltó las cosas al suelo, tirando su ropa cerca de un charco de agua, mojándola y pisándola. No le apartó en ningún momento la mirada de encima, analizando todo su cuerpo.
Hades se retiró de forma automática, pero él se acercó hasta ella y le cogió de la muñeca derecha. Con la que aún tenía libre, se aseguró de que la toalla se quedara en su sitio.
-¿¡Héctor, qué mierda haces?! ¡Déjame!- gritó esperanzada.
-Con el quimono no puedo apreciar tan bien tu cuerpo- le dijo con la voz ronca. Héctor se había duchado también, tenía el pelo aún mojado y olía a limpio-. Aunque ahora tampoco es que pueda ver mucho más.
Sin previo aviso y sin ella poder impedírselo, le quitó la toalla de encima dejándola desnuda ante sus ojos hambrientos.



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domingo, 10 de mayo de 2015

ATUL

*Se abre el telón*

Agradecer a mi grupo de teatro cada uno de los momentos que hemos vividos juntos; buenos y malos. Hace siete meses me uní a ATUL, sin saber qué era lo que me esperaba. Durante este tiempo, a pesar de ser la más pequeña, he crecido muchísimo con ellos. Al principio me sentía un poco fuera de lugar, ya que no conocía a nadie, pero poco a poco me incluyeron en su grupo.

Ellos me han hecho creer en la magia del teatro, que había olvidado. Ellos han hecho que una clase pueda convertirse en una casa como la de los Windermere. Les agradezco el apoyo, el cariño y el esfuerzo que han hecho al aguantarme. 
ATUL me ha brindado la oportunidad de participar en esta gran familia. Porque lo somos, más que nunca.
Y es cierto que al principio me arrepentía de haberme unido, por una serie de motivos que no quiero mencionar. Todos ellos sabían que me quería renunciar, ya que sentía que todo lo que hacía era para nada, pero ATUL estuvo ahí, para decir que no, que aguantara. Y así lo hice, por ellos. Y ahora me arrepiento de haber pensado siquiera en irme del grupo, porque hubiera sido la peor decisión de mi vida.
Y este año, he recibido el mejor regalo de cumpleaños que alguien ha podido recibir; subirme a un escenario con ATUL. Gracias, de verdad.

Ahora que he compartido escenario con ellos, no quiero irme. Ellos forman parte de lo que soy ahora y yo soy parte de ellos. No, señores, no me voy a ir. Funcionamos como grupo, COMO UN GRAN GRUPO. Esos viajes en autobús cantando, esos nervios antes de salir al escenario, esa sonrisa del público y esos aplausos que nos dedican, son estas cosas las que me llevo conmigo. 
Ya echo de menos subirme al escenario y disfrutar de la experiencia.
Por eso y mucho más, os quiero ATUL.

*Se cierra el telón*

Death Note - Reglas de uso III



  • Si la hora de la muerte es escrita antes de 40 segundos después de escribir que la causa de la muerte sea un ataque al corazón, la hora de la muerte puede ser manipulada, y el tiempo empezará a contar a partir de 40 segundos después de escribir el nombre.
  • La persona que toque el cuaderno podrá ver y escuchar al propietario original, un Shinigami, aunque este humano no sea el propietario del cuaderno.



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Bellas Artes - Parte 3/ Annabel - 2

Will miró a su amiga, levantando la vista del cuaderno. Giró la hoja para comprobar cuánto de relato quedaba, pues no querían que se acabara. Pintaba bastante bien. A Will le encantaba esa agresividad, pero tuvo que echarse a reír. 
-Annabel era una perra- volvió a leer, con más dramatismo.
Amaba esa faceta de Will tan teatral.
-¿Enserio viene eso ahí puesto? Debía de odiarla mucho.
Will, que estaba sentado en la silla de su escritorio, se levantó y se puso al lado de Lotte, mostrándole el cuaderno. Charlotte se fijó bien por primera vez en todo lo que había escrito y se percató de la mierda de caligrafía que se había empleado. Era horrible, parecía la letra de un niño de cinco años. Era eso o quién fuese esa persona lo había escrito con mucho odio y prisa.
-Madre mía.
-Y tanto. 



[...] Annabel era una perra, joder. Y no podía quitarme esa idea de la cabeza hasta que la viera muerta.
Abrí la nevera con ímpetu y saqué la botella de agua para la señora que tenía esperando en el sofá de mi casa. Luego, me encargaría de limpiarlo todo. Una cosa era que mi madre me permitiera aquello y otra muy distinta que lo dejara todo hecho mierda.
-Ten- le dije dándole el vaso y sentándome en el sillón de mi padre. Bueno, en realidad ahora era mío, pero ese entre muchos otros son detalles sin importancia-. Cuéntame- le pedí sin mucho interés. Aunque mostrara un semblante sereno, por dentro deseaba que se ahogara. Pero no, eso sería demasiado aburrido y yo no quería eso.
Annabel empezó a contarme mil y una escusas de por qué estábamos separadas. Obviamente, no presté atención a ninguna. La verdad era que había perdido el interés por su amistad y por eso, entre muchas otras cosas QUE NO QUIERO MENCIONAR PORQUE TENDRÍA QUE ESCRIBIR ENTONCES LA BIBLIA, no quería saber nada de ella. Lo típico "Hola" y "Adiós" por educación, pero ni eso quería de ella.
En medio de una de esas grandes escusas, decidí levantarme del sillón para no vomitar encima suya. Acababa de decirme que quería volver a ser mi amiga... ¿yo quería eso? Habrase visto insolencia de la mierda de niñata.
Fui a la cocina y cerré la puerta sin ninguna sutileza. Se acabó, no quería escuchar nada más y así sería, le callaría la boca. ¿Dónde estaba? Ah, sí, el cajón que nunca abría mi madre. Nunca lo había hecho delante mía y hasta ese día no sabía por qué. Ahora sí, era porque mi madre jamás mataría delante mía y por eso tenía todo bajo llave, la misma llave que me había regalado al cumplir dieciocho años. De debajo de mi camiseta, saqué la cadena donde tenía la llave colgada y me la quité del cuello para abrir el armario de mi madre.
Dentro, había todo tipo de cosas. 
Seguramente habría más armarios cerrados repartidos por toda la casa. Cogí un cuchillo de sierra, distinto al que se suele poner sobre la mesa a la hora de comer. Lo dejé en la encimera y del mismo cajón, me hice con unos alambres bastante largos con púas.Antes de cogerlo, justo al lado había unos guantes gruesos que supuse que era para coger el alambra, así que me los puse y salí de la cocina con el cuchillo.
Annabel miraba su móvil, escribiendo algo a alguien a toda velocidad. Ella estaba de espaldas a mí, ya que el sofá miraba hacia la cristalera que daba a la terraza. Dejé el cuchillo en la mesa del comedor sin hacer ningún ruido y deslié el alambre. Me acerqué sigilosamente hacia Annabel por detrás y estiré lo suficiente el cable para que las púas se pusieran rígidas. 
Con un movimiento rápido con el fin de que no le diera tiempo de reaccionar, lié el alambre alrededor de la garganta de Annabel y lo apreté para que las púas se le hincaran en la carne. Ella empezó a sangrar y con las manos, intentó desliarse el alambre del cuello, pero era inútil, ya que consiguió clavarse las púas también en las manos. Las apartó a toda prisa, pero otra vez se las llevó al cuello.
Annabel no dejaba de gritar y se movía por propia inercia. Intentaba levantarse, pero yo le apretaba tanto el cuello con el alambre que la pude mantener sentada. Su cuello se fue desgarrando poco a poco gracias a las púas que iba moviendo de una lado a otro para conseguir sujeción. Las lágrimas caían de los ojos marrones de Annabel, al igual que la sangre por su cuello. Era como tantas veces había imaginado en mi mente. 
-¿Estás bien, Annabel? Te veo nerviosa- le dije sonriendo. 
Amarré con fuerza el alambre al sofá y me volví hacia mi amiga para mirarla directamente a los ojos.
-¿Qué pasa?
Annabel tenía los ojos rojos de llorar. Le costaba respirar y lo noté en cómo se le agitaba el pecho. El alambre estaba bien sujeto a su cuello y con cualquier pequeño movimiento las púas se hincaban en la piel. Sus manos cayeron y se las llevó a la altura del corazón.
-¿No me respondes? Está bien.
Recuperé el cuchillo de la mesa del comedor y regresé en frente de Annabel. Le volví a sonreír y le cogí una de las manos para poderla colocar sobre una de sus piernas. Fue un gesto casi delicado y cariñoso, por lo que me asqueé un poco. Giré varias veces el cuchillo delante de ella y gritó aún más alto, con la esperanza de que alguien la escuchara. Pero se calló enseguida, comprobando el dolor que le causaba eso. 
-Vamos a hacer una cosa, ¿vale? Mientras yo te esté cortando los dedos- justo en ese momento, mientras yo sujetaba su mano apoyada en su pierna, ella hizo el amago de retirarse de mí, pero eso provocó varias punzadas en su cuello ensangrentado y tuvo que detenerse-. Annabel, por favor, tranquila. Escucha lo que te voy a decir y...
-Es.. estás... lo...lo...ca..
-¿Loca? Puede ser, no te lo voy a negar. Pero ese no es el tema, el tema es que quiero que me cuentes por qué decidiste llamarme, ¿vale?
Ella no dijo nada y yo me reí mientras empuñaba el cuchillo y lo dejaba en el aire a escasos centímetros de sus dedos.
-Tomaré tu silencio como un no, pero de todas formas, iba a hacer esto igualmente.
El filo del cuchillo se deslizó a la altura de donde creía las uñas de sus dedos. Estaban pintadas de verde, verde esperanza, aunque no hubiera ninguna para ella. Annabel, al notar el cuchillo, empezó a gritar, sin importarle el dolor del cuello. Eso era lo que yo quería, que gritase, para que el dolor se repartiera tanto en esa zona, como en su mano. 
La otra que tenía libre la llevó hasta mi cara. dándome un guantazo con la poca fuerza que le quedaba. Dejé de cortar y me llevé el cuchillo hasta su otra mano. La cogí con fuerza y se lo hinqué justo en la palma, atravesándole toda la mano y girando la hoja para que se quedara quieta. De esa mano manaba sangre, mucha sangre. El olor a metálico llegó hasta mi nariz y sonreí contenta de mí misma. Esa mano dejó de resistirse y cayó de inmediato. Annabel continuaba gritando, pero llegó un momento en el que ni me percataba de ello, por lo que decidí continuar.
-Hay que ser gilipollas.
El cuchillo volvió a su misión original y cortó por donde el bajo de las uñas. El sofá se estaba llenando de sangre y me pregunté si a mi madre le importaba el desastre que estaba haciendo con el salón. Si se enfadaría. Pero miré a Annabel, con los párpados casi cerrados, intentando mantenerlos abiertos sin ningún éxito, y se me pasó esa preocupación. Claro que no, ella estaría orgullosa de mi. 
Cuando la carne estuvo cortada, mostrando un poco de los huesos de los dedos, solté el cuchillo en el suelo y luego, le cogí cada uno de los dedos.
-Este dedo, por manipuladora- le expliqué partiéndole el pulgar. El hueso se fragmentó en dos, haciéndose escuchar el crujido del hueso haciéndose añicos-. Este por suavona-. otro dedo roto, del que no dejaba de salir sangre. A pesar de que se me estaban pringado las manos de esa sangre, sujeté fuerte los dedos para que no se me resbalaran. Con cada dedo que rompía, Annabel abría los ojos y se le escapaban largos suspiros de desesperación. El alambre tampoco era que le permitiera mucho más-. Este por cínica-. crack-. Este por guarra-. otro más.- Y este-. le dije levantándolo y enseñándoselo bien de cerca, mientras que los demás colgaban rotos y lacios-, por falsa.
Una vez los dedos rotos, los solté de cualquier manera sobre ella y me fui a la cocina por mi batidora. El cable era largo, así que llegaba desde el enchufe que tenía en el salón donde estaba la lámpara de pie hasta donde Annabel se convulsionaba de manera imperceptible. De la boca salia sangre, seguramente a causa de lo que le había hecho en el cuello.
Me puse justo detrás de ella y le cogí con fuerza de el pelo con la mano que tenía libre. Se lo alcé y lo enrollé a las dos aspas de la batidora. Seguidamente, la encendí y las aspas empezaron a girar enrollándose con el pelo de Annabel. Fue cogiendo pelo, acercándose poco a poco a la raíz. Cuando no hubo más pelo que enredar, pegué la batidora al cráneo, haciendo que la sangre me salpicara en la cara. El cuello de Annabel cayó hacia delante. Muerta. Aunque sabía que aquel cuerpo no tenía vida, yo seguí y seguí presionando la batidora contra su cabeza, abriéndole el cuero cabelludo. 
No quería parar, pero tuve que hacerlo.
Retiré de ella la batidora y luego me quité los guantes. Observé la escena y sonreí para mí misma.
Annabel estaba muerta, sentada en mi sofá con la cabeza echada hacia delante. Su espalda seguía recta y pegada al respaldo, ya que el alambre de púas la sujetaba desde el cuello desgarrado. Las manos estaban en cada lado de su cuerpo; una con un agujero en toda la palma y la otra sin llemas y con los dedos partidos. Y por supuesto, sin pelo y con el cráneo abierto.
Era una imagen preciosa.

                                  FIN DE LA PRIMERA MUERTE



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lunes, 4 de mayo de 2015

Bellas Artes - Parte 3/Annabel - 1

-¿A dónde vas?
Charlotte se paró en seco cuando escuchó a su madre desde la cocina.
-A la biblioteca- le respondió con prisa.
Su madre la observaba desde la cocina. Dejó de fregar los platos y se secó las manos, apoyándose en la encimera, desde dónde podía ver a su hija poniéndose los zapatos un tanto deprisa. ¿Desde cuándo tenía Charlotte tantas ganas por irse a estudiar?
-¿De verdad?- se cruzó de brazos.
-Sí.


-Por un momento pensé que no me iba a dejar salir.
Lotte se sentó, con el permiso de Will, en su cama y abrió la mochila para sacar el cuaderno.
-Pasa- le dijo Will, alargando el brazo para que su amiga le diera la libreta. Se hizo con el cuaderno y revisó la tapa. Curioso, muy curioso, pensó abriéndolo y mirando a Charlotte por encima de sus gafas. Sí, Will llevaba gafas, pero solo en casa-. ¿Quieres que lo lea yo?
Ella asintió.
Will se enderezó y puso la espalda recta en la silla.
-Bien.

PRIMERA MUERTE - ANNABEL

Solo quedaban dos minutos. Los más largos de toda mi vida, y eso que los segundos no se podían alargar. Me había dicho que iba a venir, no podía fallar, era puntual y dejar de serlo sería como un atentado para su persona. Así que esperé con ansias. Como un vampiro con sed de sangre.
¿Cuántas veces me lo había imaginado? Muchas, esa era mi respuesta para esa pregunta. Cada vez que me imaginaba la situación que estaba a punto de vivir, modificaba algo nuevo para que fuera aún más maravillosa que la anterior.
Me mordí las uñas, impaciente. Mi cabeza no dejaba de decirme que me calmara, que todo llegaría a su momento, pero yo ya no tenía más paciencia para "esos momentos". Yo lo quería YA. Y eso haría, eso haría.
La maldita zorra arrogante aún no llegaba. Me había dicho sobre las ocho y eran las y dos. ¿Dónde estaba? ¿Dónde mierda se había metido? Cuanto más tiempo vivía esa gilipollas, más ansias me tenía a mí misma por no poner solución a su existencia. Mi madre, mi madre me había enseñado a ser como era porque ella también era así. Y aunque era mi primera vez, desde el mismo instante en el que escuché el sonido del timbre de mi casa, supe que habría muchas más veces como aquella. 
-¿He tardado mucho?- era Annabel, a la cual le sacaba una cabeza y media de estatura. Era pequeña y delgada, con la tez pálida y el pelo oscuro por el tinte que se echaba para ocultar las pocas canas que le empezaban a salir a pesar de lo joven que era.
-No- Sí, sí que había tardado para mí.
Annabel sonrió y le señalé que entrara en casa. Zorra.
Ella no sonreía ni yo tampoco. 
Hacía dos días me había llamado inesperadamente para pedir que habláramos de nuestro distanciamiento, pero yo solo tenía ganas de colgar y vomitar. Tenía una voz irritante, cosa que descubrí cuando comencé a escucharla de verdad. Era una hipócrita. Las dos lo éramos. ¿Por qué me había llamado? Se había quedado sin amigas a las que manipular.
-Siéntate en el sillón- para que te pueda ahorcar con la cuerda de púas que me ha dejado mi madre en el armario para que lo usara.
Annabel me obedeció, sumisa. Ella sabía que venía aquí en vano, pero yo la ilusioné para que pensara que yo volvería a ser su amiga. ¿Amiga? Qué estúpida. Qué gilipollas.
-¿Quieres beber algo?
-Por favor.
Fui a la cocina, a por su vaso de agua. Sí, iría a por él y a por mi cuerda de púas y la ahogaría en medio del salón. ¿A mi madre no le importaba, no? ¿NO? No, ella siempre me decía que el mejor de los trabajos se hacía en casa de uno propio y esa era mi casa. MI PUTA CASA Y LA IBA A MATAR PORQUE NO HABÍA VALORADO LO POCO QUE TENÍA QUE OFRECERLE MIENTRAS SEGUÍA EXIGIÉNDOME ALGO QUE NO PODÍA DARLE COMO AMIGA. ELLA QUERÍA UN PUTO EXPEDIENTE DE TODO, COMO UNA CÍNICA. No, calma, ella lloraría, me dije. Oh, por favor, era una puta niñata de frente ancha y fina como un palo. Podía darle una patada y volaría gratis a Japón. Ella se convertiría entonces en una cínica muerta. Porque muerto el perro, se acabó la rabia y ella era una perra. ANNABEL ERA UNA PERRA.



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sábado, 2 de mayo de 2015

Bellas Artes - Parte 2

Charlotte cerró corriendo el cuaderno y se lo llevó al pecho, abrazándolo.
¿Primera muerte? ¿Annabel?
Miró a su alrededor, comprobando que nadie había leído lo mismo que ella, ya que venía en grande PRIMERA MUERTE - ANABELLE. ¿Quién había escrito eso? Le dio la vuelta al cuaderno, en busca de algún nombre, pero no había nada, ni siquiera una inicial. Tenía curiosidad por saber qué tipo de relato era ese y qué tipo de persona lo había escrito. Charlotte no había leído nunca una historia que empezara con un título tan directo, por lo que toda su atención estaba puesta en ese cuaderno.
En cuanto llegara a casa, pensó, leería todo lo que había en esa libreta.
Seguidamente, la guardó dentro de su mochila y se la colgó a los hombros. Ya habían terminado las clases por ese día, por lo que todo el mundo estaba en el pasillo despidiéndose de sus amigos o compañeros de clase.
-¿Lotte?
Charlotte se giró de un sobresalto y vio a su amigo Will en frente de ella con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja. Tenía una pose relajada, cosa que hizo que Lotte se preguntara desde cuándo llevaba ahí.
Ella le sonrió, más relajada.
-¿Aún no te has ido a casa?- le preguntó Will, cerrando por Charlotte la taquilla.
-Estaba... ordenando la taquilla- le respondió, mirando a las personas que pasaban por su lado. Se colocó bien las asas de la mochila, asegurándose de que no se le cayeran de los hombros.
Will hizo una mueca, estudiando a su amiga.
-¿Por qué tengo la sensación de que estás impaciente por algo?
Porque quería averiguar qué clase de historias tenía metida en su mochila, pensó para sus adentros. Charlotte era una curiosa por naturaleza y no había cosa que le diera más morbo que un título directo. ¿Por qué no se lo decía a Will? Era su amigo y su confidente, además, sabía también de su curiosidad por ese tipo de cosas, y más cuando había alguna matanza de por medio. Era un amante del gore y Lotte olía a gore desde que había leído el título de lo que parecía ser, el primer relato de muchos.
-Ven.
Charlotte le cogió de la chaqueta para poder enseñarle el cuaderno a Will en un lugar que no hubiese tanta gente. Cuando se aseguró de que nadie los estuviese mirando, Lotte se quitó la mochila y de él, sacó el cuaderno que había caído del techo de su taquilla, ofreciéndoselo a Will para que le echara un primer vistazo.
-¿Bellas Artes?
Ella sonrió, animándolo a que abriera la libreta. Will alzó una ceja, preguntándose por qué su amiga le estaba dando ese cuaderno. No era fanático del arte, ni mucho menos. Era más, no tenía ni puta idea de arte y jamás se había interesado por él. Aún así, lo abrió y recordó que jamás debía de juzgar un libro por su portada. Chartlotte se lo había dicho demasiadas veces, porque incluso a ella le pasaba.
-¿Tienes algún plan para después de comer?
-No.
-Bien. Ven a mi casa con el cuaderno.
Esa misma tarde, Lotte y Will leerían todo lo que estuviese puesto en esa libreta.



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jueves, 30 de abril de 2015

Bellas Artes - Parte 1

El cuaderno cayó del techo de la taquilla de Charlotte.
Lotte estaba poniendo orden a sus cosas cuando eso se despegó de repente, levantando polvo dentro de la propia taquilla. La joven se apartó ligeramente y dispersó con la mano el poco polvo que se había levantado. 
-¿Pero qué...?
Charlotte cogió el cuaderno que se había caído del techo y seguidamente metió la cabeza dentro para ver de dónde mierda había salido eso. En el techo de la taquilla, se veía bien la marca de todo el pegamento que se debía de haber empleado para mantenerlo ahí arriba. El cuaderno no pesaba mucho, pero aún así, tuvo que ser difícil poder tenerlo sujeto todo ese tiempo. 
El cuaderno tenía pinta de estar ahí durante largos años, pues bien se reflejaba en la portada cuan antiguo era. Tenía una fina capa de polvo encima, la misma que desapareció cuando Lotte la quitó con la mano. 
En la portada estaba escrito con muy buena letra el título de Bellas Artes, cosa que captó la atención de la joven. 
Seguramente, pensó ingenua, sería el cuaderno de un antiguo alumno al que le fascinaba dibujar y al que le gustaba tener todos sus dibujos en un mismo cuaderno. Obviamente, una vez abierto, Charlotte cambió de idea.
"Nunca juzgues un libro por su portada", había escuchado oír de alguien cientos de veces. Insuficientes, ya que entre sus manos tenía una libreta que nada tenía que ver con dibujos y con el concepto de Bellas Artes que Charlotte tenía en mente.
En la primera página ponía:

                                           PRIMERA MUERTE - ANNABEL



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lunes, 27 de abril de 2015

El escenario equivocado - Final

-¿Luz? ¡Luz!
Su voz rota, ronca y auténticamente vacía de vida, aguantando las ganas de vomitar sangre, se apaga de repente y el aparato que controla su ritmo cardíaco, comienza a hacer ruidos extraños.


La lluvia, débil como siempre en Málaga, ha cesado. A pesar de eso, la gente sigue con sus respectivos paraguas. A pesar de que la lluvia ha mojado la hierba y se ha mezclado con una ligera capa de tierra que hay debajo, la cual les mancha los zapatos, se quedan donde están. Todos mirando hacia el mismo lado.
1995-2014
Aquí yace la joven, dispuesta y valiente Luz Gracia Rolán. Esperamos que estés allí arriba, salvaguardada de los males terrenales que te arrastraron hasta la eternidad. Aquí te seguimos queriendo hasta que nuestra alma te haga compañía cuando llegue nuestra hora, aunque la tuya llegara demasiado temprano.
Por y para siempre, esperamos que tu luz nos calme de nuestros miedos.


-¡Oh, mira, tiene tus ojos!
-Es preciosa. Como tú.
-¿Cómo la llamaremos?
-Luz. ¿Te gusta?
-Es perfecto. ¿Ves cómo le brillan los ojos? Será muy guapa de mayor, como su madre.
-Estoy segura.
-Y yo.


Cuando el cementerio, vacío por los vivos y conquistado por los que ya no están, por fin quedándose tranquilo sin los llantos rotos de los familiares de Luz, un muchacho, el amigo de la chica muerta, se acerca a su lápida. Allí deposita una carta que duda que se llegue a leer algún día. Pero él, quitándose las lágrimas de sus ojos enrojecidos, la deja ahí sin más, retirándose y volviendo hasta donde su amigo lo espera con el coche. El cementerio no es un lugar nuevo para él, pero en su opinión, le es demasiado conocido ya que siempre acaba llevándose a las personas que más quiere. Primero su padre, luego su hermana seguida de su madre. Y por último, a Luz, el amor de su vida. Y cuya alegría se había apagado para siempre.
Querida amiga:
No es día para escribirte, nunca me ha gustado hacerlo. Siempre he preferido quedar contigo, aunque esta vez es una ocasión algo especial. Sabes que lo mío no son las cartas, así que no me culpes.
Luz, tú siempre has sido mi mejor amiga. Has sido siempre mi único amor. Y siento cada uno de los días en los que no pude hacer nada por salvarte antes. No lo consideraba tan grave como realmente era. Tampoco me contabas nada más allá de las supuestas palizas que te pegaba tu padre. Jamás me hubiera imaginado, hasta que me mandaste esa carta, que estarías embarazada y que además, que te violara. Jamás. Y si me lo hubieras contado antes, ahora estarías viva, Luz. ¿Cómo hemos sido tan estúpidos? Tu padre, un maltratador compulsivo, abusó de ti y de la confianza de tu madre. Pero a ella no la culpo, el amor ciega hasta al que mejor vista tiene.
Lo siento, Luz. Lo siento. Ni siquiera sé qué más decir. Tú estás ahí, tranquila y lo que seguramente no quieres, es verme sufrir aquí abajo. Te imagino echándome una regañina desde ahí arriba y es lo que más me consuela. Al menos, estás bien.
El doctor que te atendió me ha dado los resultados de tu diagnóstico sobre todas las contusiones además de información sobre el embarazo. Y bueno…jamás te enteraste si el bebé se salvó después de la paliza de tu padre o no, y la respuesta es que no pudo sobrevivir. Pero el caso es que… el niño era mío, Luz. Cuando te envié el mensaje, no sabía que lo era y cuando el doctor me lo dijo, no podía creérmelo. Lo nuestro no tuvo sentido en su día. Pero era mío y ojalá lo hubiésemos tenido. Ojalá los tres hubiésemos formado una familia. Ojalá, directamente, estuvieras aquí.

Te querré siempre, Gabriel.

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sábado, 25 de abril de 2015

Anime sdgnpsdighhg

 Tokyo Ghoul

Por supuesto tenéis que ver este anime.
A pesar de lo sobrevalorado que puede estar y la mierda de opening que tiene en la segunda temporada, os recomiendo que lo veáis porque os va a gustar si sois fanáticos del gore (o lo que dejan de él por la censura de kafhaofh *calma Mireya*)
O quizás no.
De todas formas aquí tenéis, chiquitos míos, el opening awesome de la primera temporada de Tokyo Ghoul que me enamoró desde el primer momento.
Evidentemente, espero con ansias la tercera temporada.
Para meteros en ambiente, os hago un pequeño resumen para que sepáis de qué va.
Allá voy, eh.
Trata de un chaval que se convierte, como bien dice el título, en ghoul y que no lo lleva muy bien. ¿Qué es un ghoul? Es una criatura sobrenatural que se alimenta exclusivamente de humanos pero, ojo, le gusta el café. Y NO OS CUENTO MÁS PORQUE KFHASIFHOAIFYHASUFSF *the feels*





No game no life

Si sabéis de qué anime os hablo, estaréis ya al tanto de su contenido ecchi, que en mi caso no me molestó en absoluto. Más que eso, me llamó la atención los toques de humor que tiene este anime y lo parecido que es a Sword Art Online (SAO para los amigos)
En este caso, la trama es totalmente distinta a Tokyo Ghoul, es decir, va sobre cómo dos hermanos (algo cariñosos entre ellos *INCESTOOOOOO, venga no) que se meten en un juego donde todo va regido por una serie de normas. El tema es que en ese juego, no pueden retarse unos a los otros si no es a través de otros juegos y es ahí cuando entran Sora y Shiro, gamers expertos, por lo que toman ventaja de sus habilidades para hacerse vencedores para luego poder desafiar a la persona que provocó que acabaran en ese mundo.
Obviamente, el opening es también awesome (pero no más que el de Tokyo Ghoul jejejeje)



Y hasta aquí, los animes que os recomiendo por el día de hoy.
Es muy posible que os recomiende muchos otros porque asnklfjaklfha. En fin, espero que os sirvan de algo.

*se cierra el telón*




Y YO PESADA VUELVO A HABLAR EN...... ATUL

El escenario equivocado - Parte 4

-¿Y mi hija?
-No se preocupe, me encargaré de ella después. La llevaré hasta un apartamento.
-No tiene pinta de ser policía.
-No necesitamos siempre el uniforme. Tenga en cuenta, señora, que nadie se puede enterar de lo que estamos haciendo ahora. Es por su propia seguridad.
Al final, su amigo cumple con su palabra y saca de ahí a la madre de su amiga.


La ciudad sigue con las farolas encendidas, con esas bombillas que a penas iluminan una calle sin que se fundan antes. Ella está tirada en el suelo, ensangrentada y con el labio partido por la mitad. No está en un lugar demasiado transitado, por eso ha elegido ese sitio. Así podría distraerlo y eso ha hecho. Los alaridos de angustia y desesperación intentan llegar lo más lejos posible, pero nada. Nadie pasa por allí. Entonces se acuerda del móvil de su madre.


La luz del hospital lo mantiene despierto toda la noche. Está a su lado, sujetando la mano fría de su amiga. El pitido continuo de su pulso lo tranquiliza, pero nada más. Sigue teniendo pánico.


-La culpa es mía.
-Usted no sabía que su hija se encontraba tan mal. No lo sabía ni yo. Solo su tía.
-Me ha llamado y me lo ha contado todo. Oh, Dios mio ¿Y la carta?
-Señora, su hija me pidió que la quemara.
-¿Entonces está embarazada?
-Antes de la agresión, eso decía. Quizás lo haya perdido, un médico me ha dicho antes que su cuerpo tenía demasiados hematomas para alguien que tiene diecinueve años. Puede ser que el feto haya sufrido daños. No lo sé.


-¿Cree que aquí puede retenerme?
-No, pero al menos no podrás violar ni maltratar a nadie más. Menos mal que contigo hemos sido rápidos y te hemos metido aquí dentro cuanto antes. ¿Cómo se te ocurre violar a tu hija, desgraciado?
-La ley me soltará.
-¿Sin antes pudrirte y quitándote las ganas de volver a hacerlo? No lo creo.
-Dentro de unos años estaré fuera. Tarde lo que tarde.
Lo peor es que es verdad. Todos los demás encarcelados guardan silencio, cansados de levantarse y tener como primera visión unos barrotes. Pero ese hombre, a pesar de lo que crea, se quedará allí tanto tiempo que se olvidará, con suerte, hasta de su propio nombre.


-Siento comunicarles, que el feto no ha podido aguantar tantos golpes. Y según tengo entendido, durante tantos días seguidos. Es un milagro que ella siga viva. Aunque aún puede volver a recaer, no lo sabemos. La seguiremos teniendo en observación, señora.


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jueves, 23 de abril de 2015

Death Note - Reglas de uso II



  • "Este cuaderno pertenecerá al mundo humano una vez toque el suelo de este mundo."
  • "El propietario del cuaderno podrá ver y escuchar al propietario original, un Shinigami."
  • "El humano que utilice este cuaderno no podrá ir ni al cielo o al infierno por toda la eternidad."



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Comida vs Haters

Paula estuvo frente a un espejo durante más de una hora, soportando cómo le tocaban el pelo, cómo la maquillaban y escuchando cómo los demás le decían cómo debía comportarse. Se mantuvo impasible, sin mostrar ni una emoción. Odiaba aquello y verse así misma aún más. Odiaba ese momento del día en el que tenía que sentarse en una silla incómoda y mirarse en ese enorme espejo que le mostraba la "belleza" estereotipada que la sociedad quería ver.
Desde ese mismo espejo se podía observar una mesa alargada llena de comida, cuyo olor podía llegar hasta la nariz de Paula. Ella se rió de sí misma, dándose pena. A Paula no se le estaba permitido comer de esa mesa, puesto que solo y exclusivamente podía comer de ella el personal. Ni Paula ni sus compañeras que se veían en la misma tesitura podían alargar la mano y coger un bollo para rellenar sus estómagos vacíos. Porque así de vacíos debían de estar para ser "perfectas". A pesar de los constantes ruidos que emitía su barriga, Paula decidió hacer oídos sordos. Al menos, hasta que llegara a su casa.
Al lado suya, dos chicas iguales en cuanto a cuerpo, parecían contentas y encantadas con su profesión. Les gustaba estar así de delgadas, así de parecidas, así de cadavéricas. Ellas no se veían, pero Paula podía notar cuán pálidas se habían vuelto desde la primera vez que las vio.
La joven en cambio, sabía que cada día iba a peor.
Por desgracia, necesitaba aquello. Necesitaba el dinero para poder estudiar ya que sus padres no apoyaban su decisión de irse de casa para estudiar. Paula tenía que pagarse todo. Por ello aguantaba ese mundo horrible. Pensó que aprovechando lo delgada y alta que era, además de guapa, podía entrar en el mundo de las pasarelas. Y así fue. Pero ahora se arrepentía por no haber buscado otra alternativa. Al principio le pareció genial, podía sacar partido de su encanto y ganar dinero a la vez, pero luego descubrió la otra cara de ese mundo. Sus asesores comenzaron a decirle que estaba demasiado "gorda" y que debía adelgazar sino quería verse en la calle. Ella asintió y lo aceptó.
Al día de hoy, Paula se limitaba a hincharse de comer en su casa para luego vomitarlo. Pero no lo hacía por propia voluntad, sino al contrario, su cuerpo se había acostumbrado al rechazo de la comida y expulsaba todo lo que había dentro automáticamente.
Paula se odió así misma por haber permitido ese horror que no podía abandonar si quería seguir estudiando.
La joven, una vez lista, salió y junto a sus compañeras, empezó a desfilar.
Dos minutos después, Paula cayó al suelo desmayada.



-Diana, baja a comer.
Su madre pegó dos veces en la puerta de la habitación de su hija y como siempre hacía, bajó para esperarla ya sentada en la mesa puesto que sabía cuánto tardaba en bajar.
Diana, por otro lado, estaba tirada en la cama mientras veía desfilar por la tele a las modelos de la pasarela Cibeles. Le encantaba verlas desfilar con sus cuerpos de infarto, tan delgadas, tan hermosas...
A la chica se le escapó una lágrima, la misma que se limpió para que su madre no se diera cuenta de que había estado llorando.
Deseó ser tan hermosa como ellas, porque en ellas la gente se fijaba, no en la gorda de Diana. Eran bellas, bellas de verdad, como tantas jóvenes que salían también en los anuncios de colonia. Diana les tenía mucha envidia. Demasiada.
Ella no podía hacer otra cosa que no fuera comer y vomitar, sin dejar que su madre se percatara de ello, por lo que debía tragarse rápido las tres comidas que le ponía al día.
Su objetivo era ser tan delgada como una de sus modelos favoritos, la cual se llamaba Paula Hernández. Paula era alta, esbelta y pálida. Tenía unos enormes ojos marrones y de pelo pelirrojo ondulado que le llegaba hasta los hombros. Era preciosa y cada vez que la veía desfilar, se quedaba embobada.
Por ahora había logrado perder dos kilos, pero para nada, porque se seguía notando lo rellenita que era.
Diana se levantó de su cama, pasando por delante de su espejo y parándose en él. Diana era morena y de ojos tremendamente oscuros, con grandes caderas y poco pecho además de piernas anchas. Se lamentó por ser así y por haber comido  tanto durante años. Ella no quería ser así y conseguiría dejar de serlo.
La joven bajó a la cocina donde le esperaba su madre para comer. Ella vio su plato preparado y pensó lo bien que olía. Sonrió a su madre y comenzó a comer en silencio, concentrada en decirse así misma mientras, que la comida era su enemiga y que debía de odiarla.
Una vez hubo terminado a los diez minutos, se levantó y se fue disimulando al cuarto de baño. Allí se metió los dedos en la boca y empezó a echar todo lo que acababa de comer con el fin de ser igual que Paula.

El escenario equivocado - Parte 3

Se ha puesto un abrigo antes de salir por aquella puerta que desearía que estuviera cerrada eternamente. Se dirige hacia Correos para mandarle una carta a un amigo. Tiene las manos congeladas, cadavéricas y de color azul a pesar de que vive en Málaga. No tiene bien la circulación desde hace mucho tiempo, pero sigue su camino hasta la oficina de Correos. Una vez allí, intenta devolverle la sonrisa sincera a quien la atiende por detrás del mostrador, pero a penas le llega a los ojos. Los tiene caídos, con patentes ojeras en cada uno de ellos. Tiene un pañuelo y con él se oculta las partes oscuras de su cara y se lamenta de llegar hasta ese punto. Es curioso que, hasta la luz palpitante del final de la gran sala, le moleste. Le aguijonean los ojos hasta acabar entrecerrándolos, como en ese momento. Entrega la carta y se da la vuelta. No sabe cómo le ha podido pedir eso a su amigo, es demasiado y lo entiende.
Cuando sale, toma dirección hacia ninguna parte. Sigue haciendo frío pero prefiere quedarse allí fuera. El único problema es que, sin esperarlo, se echa a correr hacia su padre que se encuentra tirado a los pies de un banco con una botella.


Está sola.
-No creo que pueda ir. Es una gran responsabilidad, entiéndelo.
-¿Qué me quieres decir? Eres mi amigo.
-No puedo hacerme cargo, lo siento. Necesitas ayuda de la buena, no un amigo. Entra en razón y llama ahora que puedes a la policía, ponlos al tanto. Lo agradecerás.
-No puedo hacer eso.
La línea del otro teléfono se corta, sin que se escuche una palabra más procedente de la voz rota de su amiga. Lo odiará, lo sabe.


En medio de la oscuridad impenetrable de una habitación, el teléfono de su madre, el cual se ha quedado y del que nadie se percata, suena de repente. Ella se incorpora cansada y con los músculos resentidos a causa del embarazo y otras cosas que no quiere recordar, pero no se molesta en estirarse para escuchar a su cuerpo quejarse y alarga el brazo como puede, viendo que tiene un mensaje.

Ojalá ese bebé fuera mío.



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martes, 21 de abril de 2015

El escenario equivocado - Parte 2

La chica, dos años mayor, se acerca hasta el frigorífico. Observa la evidente falta de todo y se estremece. Lo abre y coge una bolsa pesada de hielo. La luz tenue de la cocina apacigua la aparente tensión. Se sienta y piensa en lo poco que se ha utilizado esa mesa dada la falta de encuentros familiares allí. Sólo se usa para lo que está haciendo la joven, es decir, nada. La bolsa de hielo refresca su cara y agradece la calma. Sin darse cuenta, cae hacia delante llevada a rastras por el sueño que no ha conseguido conciliar días atrás. Todo queda nuevamente en silencio y no se escucha nada, excepto el crujido de la humedad de los muebles. Unos ojos se cierran, con una pesadilla a cuestas.


-¡No, por favor!
-¡Cállate!
Y nadie vuelve a decir nada, pero no por voluntad propia. Nada le gustaría más que aquello se pareciese a una pesadilla, pero no es así.


-Conozco esa mirada tuya. No la toques más.
-No conoces ninguna mirada mía, no inventes.
-Estás enfermo. ¿Cómo le puedes hacer eso?
-Ella me deja.
-No sé cómo puedo consentirlo, es una niña.
-Con cuerpo de mujer.
-¿Y cuándo tenía diez años también? ¡Ya basta!


Unas manos abren sin ninguna sutileza la puerta del buzón. Lo abre y coge una carta y sin duda, sabe de qué se trata. Él abre el sobre y se pone a leerla con lentitud para captar cada una de las palabras escritas. Mientras se dirige hacia el ascensor, intenta hacerse a la idea de lo que pone. Llevan una semana o incluso más que ninguno sabe nada del otro, pero entonces aparece eso.
Abre la puerta y justo cuando la cierra, cae en redondo al suelo.
Querido amigo:
No puedo con ésto yo sola. Simplemente, es imposible. Yo aún intento hacerme a la idea. NADIE puede enterarse de lo que te voy a contar. Ni siquiera sé cómo voy a relatártelo, estoy escribiendo según y conforme mis manos dictan. Sabes parte de la historia, así que no me voy a andar con rodeos.
Estoy embarazada, estoy literalmente embarazada. La única persona que lo sabe es mi tía y ella, a petición mía, no va a contar nada. Mi tía sabe como es él y que podría provocar el peor de los males. Tengo que irme de aquí, lejos de cualquier cosa relacionada con él. No puedo traer nada al mundo para que se convierta en otro blanco más para sus manos.
Mi madre no sabe nada del embarazo, o eso creo. Todo esto está perdido y necesito que te lleves a mi madre de casa, por favor. Yo me iré a la de mi tía y luego llamaré a la policía. Que por cierto, no sabes cuánto lamento no haberte hecho caso antes. Ha venido además otra denuncia. No sé si esto será para siempre, pero espero que no. No soporto saber que lo que tengo dentro es de él. Eres mi única esperanza.
Ocúpate de mi madre. Ella no sabe que te he escrito, es más, no sabe ni de tu existencia. Hazle creer que eres un policía o alguien con autoridad suficiente para que te haga caso. Tienes que sacarla de mi pesadilla, de nuestra pesadilla. Intentaré robarle el móvil para llamar y avisarte de que está sola y puedas llevártela.
Lo siento. En cuanto termines de leerla, por favor, quémala.

Te quiero.

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domingo, 19 de abril de 2015

Death Note - Reglas de uso I





  • "El humano cuyo nombre sea escrito en este cuaderno morirá."
  • "Este cuaderno hará efecto si el propietario piensa en la cara de la persona a la que va a matar mientras escribe el nombre. De este modo, la gente con el mismo nombre y apellido no se verá afectada."
  • "Una vez escrito el nombre la víctima sufrirá un paro cardiaco en 40 segundos"
  • " En los 40 segundo se puede especificar la causa de la muerte y se le otorgaran 6 minutos y 40 segundos para especificar las causas de la misma"


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El escenario equivocado - Parte 1

Se abren unos ojos.
Al principio alguien se asusta por culpa de la oscuridad y luego por una cierta pesadilla que ha irrumpido en el silencio de la callada noche. En todo caso, no se queja en absoluto de sus perturbadores sueños, ya que los prefiere mil veces. La luz de la luna baña ligeramente el cuarto, llenándolo a su vez de intranquilidad.
Se cierran unos ojos.


-¿Estás bien? Te veo mala cara.
-Sí, estoy bien.
-¿No quieres que llame a tu padre o a tu madre? Quizás alguno te puede recoger y...
-No, he dicho que estoy bien. De verdad.
Un timbre, cuyo ruido amedrenta a los demás para irse del aula, suena y se llena de murmullos sordos haciendo que varias conversaciones se mezclen entre sí. Mientras una niña intenta bloquear la voz de su profesora, elige la opción de levantarse en vez de quedarse y deja a la mujer hablando sola.
No llega a decir nada más, engulléndose a sí misma en el continuo alboroto de todos los alumnos que entran y salen de la clase.


El nítido sonido de una charla algo tensa se cuela por el pasillo. La niña se asoma, con la luz apagada, hacia su puerta y acerca el oído para escuchar algo. Solo se pueden entender palabras que aparentemente no tienen sentido alguno. Al menos para la oyente. Detrás suya se encuentra una cama, que aun siendo más de las once de la noche, sigue intacta y sin abrir. No se utiliza apenas, por ello se queda siempre tal y como está. Pero sólo el silencio del cuarto, el cual está impregnado en cada una de esas cuatro paredes, no es suficiente para oír la conversación en condiciones. Así que la abre y, finalmente, consigue oír perfectamente qué es lo que dicen. Se inclina hacia delante.
-¿La profesora?
-Te lo he dicho, me ha llamado ella preguntando por la niña.
-¿Qué le has dicho?
-Relájate. Le he dicho que está pasando por un catarro y nada más. No te preocupes, tus espaldas seguirán salvaguardadas. Pero no sé hasta cuándo.
Tanto asomar la cabeza, hace que se le resbalen las manos y se precipite contra el suelo. Con un alarido se queja del dolor de uno de sus brazos. Rápidamente, dejan de hablar y lo único que se oye es a una persona lamentándose.


-¿Y te ha dejado salir?
-Sí, he hecho lo que tenía que hacer.. o eso creo.
-Eso no está bien, lo sabes, por Dios.
-Ya no sé qué está bien.
-Tienes diecisiete años, igual que yo. No es normal.
-¿Crees que eso le importa a alguien?
-A mí.

CONTINUACIÓN >>>>>>>>>>>>>>>> El escenario equivocado - Parte 2

Comunicado real

*se abre el telón*

Es necesario decir que si eres una persona delicada y no eres partidaria de las tragedias que más adelante subiré, te recomiendo que no me leas. Si esperas leer historias románticas y empalagosas sin una pizca de gore en ellas, te puedes estar largando. 
No quiero dañar la moral de nadie, pero sí que es verdad, que desde varios puntos de vista, escribo relatos bastante fuertes y que puede que os choquen. No me gusta escribir historias con finales felices porque os voy avisando desde ya, que no creo que esos finales existan. 
Por lo tanto, aunque aparentemente mis historias sean normales, suelo destrozarlas. 
Dicho todo esto, pienso que solo es una recomendación y un aviso para ocasiones futuras. Pero con ello tampoco me refiero a que os vayáis a espantar. No creo que nada de lo que leáis aquí os suene a nuevo, así que tranquilos. Puede que incluso os aburran, algo que es normal si no te gusta cómo escribo o cómo enfoco las historias, pero bueno, ese no es el caso.
Aún así, espero que me leáis.

*se cierra el telón*



OTRA VEZ APAREZCO AKÁ >>>>>>>>>>  Animes askfhnasoghf

jueves, 16 de abril de 2015

¿Virginia? 2/2

Virginia lloraba en silencio, notando cómo su garganta se desgarraba poco a poco. No quería hacerlo, pero se vio de nuevo en esa situación que había evitado recordar desde hacía tres años, viendo cómo ese mismo hombre violaba a su amiga llevándola hasta la muerte. Ella corrió no muy lejos, sin perder de vista a su amiga y tuvo que esconderse cómo pudo. Se le había caído varias veces el teléfono antes de poder marcar el número de la policía. Al estar en shock no sabía qué otra cosa podía hacer, estaba totalmente en blanco, llena de miedo. Los continuos puñetazos que el hombre le propinaba y los insultos que este le dedicaba a su amiga iban en aumento, clavándose en la memoria de Virginia más y más. Cuando por fin consiguió llegar la policía, su amiga ya estaba muerta. A pesar de ello, lograron capturarlo. Después de aquello, pasó medio año entero en su casa y yendo al psicólogo. Tras ese tiempo, por fin se atrevió a salir a la calle de nuevo, más o menos mejor de lo ocurrido. Pero una vez recuperada su tranquilidad y su seguridad, sin dejar de llorar por la muerte de su amiga, sin dejar de culparse por no haber parado a ese hombre y sin dejar de ir al cementerio, con ese hombre en la cárcel haciendo que Virginia se sintiera en paz, pasa eso, viéndose en la misma situación que hacía tres años. 
Se volvía a repetir, aunque ahora, era ella quién ocupaba el lugar de su amiga mientras que no había nadie que ocupase el suyo.
El hombre se levantó con una sonrisa que le llegaba hasta los ojos, ilusionado con su nuevo proyecto, y en menos de dos segundos, ya tenía bajado los pantalones para Virginia, para el pleno disfrute de Virginia. La joven pareció recuperar la voz y algo de fuerza, por lo que al ver aquello, eso que parecía apuntarla con demasiado interés, hizo que empezara a moverse hacia la izquierda para poder echar a correr en cuanto tuviera la oportunidad de levantarse, por mucho que le doliera la cara y las costillas.
Por desgracia, no fue así.
El hombre volvió a interceptarla y se tendió encima de ella, sin preocuparse en absoluto por si alguien los veía.
-No... no, por favor...
Ella no sabía cuándo había pasado, pero los dedos de ese hombre habían desabrochado y bajado los pantalones de Virginia de manera audaz y rápida. Virginia notó el roce de sus dedos y de su miembro entre las piernas y se movió para evitar el contacto, provocando el efecto contrario. Aquel hombre deslizó sus dedos por debajo de las bragas azules de la chica y se encontró con el suave y depilado coño de Virginia. Ella gritó de nuevo, pero él le puso una mano en la boca.
-Shhh... Tranquila...
De los ojos de Virginia no dejaron de caer gotas. Quizás ese era su merecido por no haberse movido hacia la dirección adecuada cuando estaban haciendo lo mismo con su amiga. Ella quería que alguien se lo quitara de encima, como seguramente habría deseado su amiga en ese momento. Ahora más que nunca, sabía que ella había muerto por su culpa. Llamarlos no había servido más que para matarla.
Era una cobarde.
El hombre siguió revisando con los dedos su entrepierna y ella sintió asco y repulsión de lo que le estaba haciendo. Entonces, le estampó un fuerte puñetazo en aquella zona tan sensible y expuesta. Virginia gritó como pudo y supo que seguir moviéndose era peor para ella. El dolor de su parte más íntima comenzó a atormentarla, pero no más que los ojos ansiosos del hombre que estaba a punto de violarla y matarla en medio de la calle sin ningún pudor.
-¿Virginia? ¿Eres aún virgen? ¿Cómo es esto posible?
Ella negó con la cabeza, pero antes de que pudiera hacer nada más, la sangre ya había empezado a resbalarse por su entrepierna. Virginia sentía como si le acabasen de partir un hueso, como si le acabaran de empalar con un trozo de hierro. 
Él empezó a moverse con inquina, fuerte y sin reparo dentro de Virginia, haciéndose hueco entre sus piernas engarrotadas. De repente, en un momento de máxima excitación del hombre, le propinó un puñetazo en la cara que provocó que Virginia cerrase los ojos. Le cogió del pelo y elevó su cabeza, destapándole antes la boca, para luego estampársela contra el suelo tres veces. Además del charco de sangre de sus piernas, también se formó otro alrededor de la cabeza de la chica. Para él, esa sensación era mejor que cualquier otra que hubiese experimentado antes. Follarse a una virgen, ¿eh? Incluso mejor que cuando mató y se folló a su amiga, y no precisamente en ese orden.
Para cuando el padre de Virginia encontró a su hija, ella ya estaba muerta. Había llegado tarde y el asesino se había largado antes que nadie. 
La escena era horrible a los ojos de un padre. Su hija, tirada en el suelo con las piernas abiertas y retorcidas, con la cara amoratada y el cráneo roto. Rodeada de sangre y desnudada de cintura para abajo. Dejada en el suelo cual muñeca de trapo.
El padre de Virginia era testigo del resultado de errores fiscales, sobornos y condenas mal impuestas. Ese hombre, el cual debería de estar aún en la cárcel, había sido liberado esa misma mañana y se había preocupado por encontrar a la chivata que le había llevado entre rejas.
Pero estaba muerta.
De todas formas, él se sintió orgulloso, al menos, por haberle hecho un favor a la muchacha; le había quitado su virginidad y no había muerto sin probar antes ese placer.


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