domingo, 17 de mayo de 2015

Bellas Artes - Parte 4/ Dante y Milles - 1

SEGUNDA MUERTE - DANTE Y MILLES

Hacía mucha calor y yo empezaba a agobiarme en clase. Era última hora y todos, incluida yo, estaba cansada. Las ventanas estaban abiertas para que ventilara un poco, pues éramos muchos en una misma clase. Por desgracia, en Geografía o Matemáticas, los del aula de al lado se venían a la mía. 
Pero no todo eran desgracias, al menos, ya no tenía a Annabel a mi lado desde hacía un mes, lo que me hizo que me quitara un gran peso de encima. Ya no tenía su voz de pito retumbando en mi oído, ni tenía que volver a escuchar sus "Joder, esas son mis cosas". Era todo un alivio. La hija de puta, perra y estirada de Annabel no volvería a incordiarme nunca más. Por otro lado, mi madre se había sentido muy orgullosa de mí, ya que había matado por primera vez.
¿Que qué pasó con el cadáver? Nos lo comimos.
Mi madre es una experta en la cocina y...

-Espera, espera.
Will levantó la vista, al verse interrumpido por su amiga. Este estaba entusiasmado por la historia que acababan de leer y por la que ahora estaba leyendo. ¿Caníbal? Fuera quien fuese esa persona, tenía una imaginación brillante y lo bastante sádica para escribir eso.
-¿Qué?
-¿Cómo puedes leer eso con tanta naturalidad?- le preguntó Lotte con curiosidad. ¿Cómo era que a Will le fascinara ese mundo tanto? A ella no era que le desagradara del todo, porque sabía perfectamente que era solo una historia, y tampoco era que concibiera la idea de que fuera del todo asqueroso. Pero claro, eso era porque no lo podía ver visualmente. Si se tratase de una película, Charlotte hubiera desaparecido hacía ya rato-. ¿No te da asco?
Will rió, encantado con su amiga.
-Es curioso.
-Y dantesco.
-Y muy... sádico.
El chico estaba ido de la cabeza, pero eso Charlotte ya lo sabía, por lo que empezó a reírse por la cara de vicioso que tenía en aquel momento. Will se echó hacia atrás, tumbándose en la cama e invitó a su amiga a que hiciera lo mismo. Ambos se acomodaron y Will siguió leyendo.

... y hacía maravillas con la carne. Además, hasta entonces mi madre no me había dejado comer a nadie que ella habuese matado, ya que siempre me decía que prefería verme degustar mi primera matanza. Y así fue, no había nada como la carne del animal que había matado uno para probar y degustar. Era lo mejor que había comido en mi vida desde que tenía uso de razón.
En cuanto a la familia de Annabel,obvio que no se le dijo nada. Annabel había sido una chica muy independiente y que mantenía una relación bastante mínima con su familia, por lo que bastó con dejar una carta en el buzón para que sus padres dieran por hecho el abandono de Annabel.
Y un mes después, me encontraba de nuevo en mi habitación, es decir, ahora, describiendo cómo había sucedido la segunda de las muertes.
Por lo tanto, con Annabel muerta, fingiendo lo mal que aún estaba por su "desaparición", suponía que sería suficiente, ya que no había otras fuerzas que me dijeran "Eh, mátame", pero por desgracia, ahí estaban delante mía; Dante y Milles.
Gilipollas, pensé mientras los observaba desde atrás con repulsión. El odio que sentía hacia ellos era del mismo nivel que el que sentía por Annabel, aunque ha decir verdad, a estos dos los llevaba teniendo en clase, dándome por culo, desde primero de la E.S.O, por lo que ya no podía más.
A Dante por retrasado, subnormal y tocapelotas, el cual nunca había dejado de hacerme bulling. Y a Milles, por más de lo mismo. Según ellos eran los "populares" del instituto. Pero claro, eso era según ellos, bajo mi punto de vista eran unos retrasados en potencia. Y ahora que había probado el matar a alguien, quizás contemplara la opción de volver a hacerlo.
Y así fue.
Resultaba que ese día hacia demasiada calor y Milles no paraba de cerrar las ventanas cada vez que yo las abría. Nunca nos pelábamos por esa gilipollez, porque directamente pasaba de mantener cualquier tipo de conversación con su persona, pero aquel día me tocó lo que venía siendo los países bajos.
-Tío, deja de una vez la ventana.
-Tengo frío- me contestó, cerrando la ventana en todas mis narices.
-No haberte traído el puto bañador.
El profesor de Geografía nos calló y yo crucé los brazos, abriendo como el que no quería la cosa la ventana de nuevo de vez en cuando. De reojo, Dante me miró, ya que había estado atento a nuestra pequeña discusión. 
Esperando a que no le escuchara dijo:
-Gilipollas.
Mi cara se volvió blanca. Definitivamente, odiaba a esos dos. Había explotado en mi interior, ya que la cabeza no dejaba de darme vueltas, mientras que exteriormente, me mantenía impasible. 
Aún así, le sonreí, dejando claro que le había escuchado.
Que se olvidaran ambos de volver a casa.




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