Se
abren unos ojos.
Al
principio alguien se asusta por culpa de la oscuridad y luego por una
cierta pesadilla que ha irrumpido en el silencio de la callada noche.
En todo caso, no se queja en absoluto de sus perturbadores sueños,
ya que los prefiere mil veces. La luz de la luna baña ligeramente el
cuarto, llenándolo a su vez de intranquilidad.
Se
cierran unos ojos.
-¿Estás
bien? Te veo mala cara.
-Sí,
estoy bien.
-¿No
quieres que llame a tu padre o a tu madre? Quizás alguno te puede
recoger y...
-No,
he dicho que estoy bien. De verdad.
Un
timbre, cuyo ruido amedrenta a los demás para irse del aula, suena y
se llena de murmullos sordos haciendo que varias conversaciones se
mezclen entre sí. Mientras una niña intenta bloquear la voz de su
profesora, elige la opción de levantarse en vez de quedarse y deja a
la mujer hablando sola.
No
llega a decir nada más, engulléndose a sí misma en el continuo
alboroto de todos los alumnos que entran y salen de la clase.
El
nítido sonido de una charla algo tensa se cuela por el pasillo. La
niña se asoma, con la luz apagada, hacia su puerta y acerca el oído
para escuchar algo. Solo se pueden entender palabras que
aparentemente no tienen sentido alguno. Al menos para la oyente.
Detrás suya se encuentra una cama, que aun siendo más de las once
de la noche, sigue intacta y sin abrir. No se utiliza apenas, por
ello se queda siempre tal y como está. Pero sólo el silencio del
cuarto, el cual está impregnado en cada una de esas cuatro paredes,
no es suficiente para oír la conversación en condiciones. Así que
la abre y, finalmente, consigue oír perfectamente qué es lo que
dicen. Se inclina hacia delante.
-¿La
profesora?
-Te
lo he dicho, me ha llamado ella preguntando por la niña.
-¿Qué
le has dicho?
-Relájate.
Le he dicho que está pasando por un catarro y nada más. No te
preocupes, tus espaldas seguirán salvaguardadas. Pero no sé hasta
cuándo.
Tanto
asomar la cabeza, hace que se le resbalen las manos y se precipite
contra el suelo. Con un alarido se queja del dolor de uno de sus
brazos. Rápidamente, dejan de hablar y lo único que se oye es a una
persona lamentándose.
-¿Y
te ha dejado salir?
-Sí,
he hecho lo que tenía que hacer.. o eso creo.
-Eso
no está bien, lo sabes, por Dios.
-Ya
no sé qué está bien.
-Tienes
diecisiete años, igual que yo. No es normal.
-¿Crees
que eso le importa a alguien?
-A
mí.CONTINUACIÓN >>>>>>>>>>>>>>>> El escenario equivocado - Parte 2
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