-¿Y
mi hija?
-No
se preocupe, me encargaré de ella después. La llevaré hasta un
apartamento.
-No
tiene pinta de ser policía.
-No
necesitamos siempre el uniforme. Tenga en cuenta, señora, que nadie
se puede enterar de lo que estamos haciendo ahora. Es por su propia
seguridad.
Al
final, su amigo cumple con su palabra y saca de ahí a la madre de su
amiga.
La
ciudad sigue con las farolas encendidas, con esas bombillas que a
penas iluminan una calle sin que se fundan antes. Ella está tirada
en el suelo, ensangrentada y con el labio partido por la mitad. No
está en un lugar demasiado transitado, por eso ha elegido ese sitio.
Así podría distraerlo y eso ha hecho. Los alaridos de angustia y
desesperación intentan llegar lo más lejos posible, pero nada.
Nadie pasa por allí. Entonces se acuerda del móvil de su madre.
La
luz del hospital lo mantiene despierto toda la noche. Está a su
lado, sujetando la mano fría de su amiga. El pitido continuo de su
pulso lo tranquiliza, pero nada más. Sigue teniendo pánico.
-La
culpa es mía.
-Usted
no sabía que su hija se encontraba tan mal. No lo sabía ni yo. Solo
su tía.
-Me
ha llamado y me lo ha contado todo. Oh, Dios mio ¿Y la carta?
-Señora,
su hija me pidió que la quemara.
-¿Entonces
está embarazada?
-Antes
de la agresión, eso decía. Quizás lo haya perdido, un médico me
ha dicho antes que su cuerpo tenía demasiados hematomas para alguien
que tiene diecinueve años. Puede ser que el feto haya sufrido daños.
No lo sé.
-¿Cree
que aquí puede retenerme?
-No,
pero al menos no podrás violar ni maltratar a nadie más. Menos mal
que contigo hemos sido rápidos y te hemos metido aquí dentro cuanto
antes. ¿Cómo se te ocurre violar a tu hija, desgraciado?
-La
ley me soltará.
-¿Sin
antes pudrirte y quitándote las ganas de volver a hacerlo? No lo
creo.
-Dentro
de unos años estaré fuera. Tarde lo que tarde.
Lo
peor es que es verdad. Todos los demás encarcelados guardan
silencio, cansados de levantarse y tener como primera visión unos
barrotes. Pero ese hombre, a pesar de lo que crea, se quedará allí
tanto tiempo que se olvidará, con suerte, hasta de su propio nombre.
-Siento
comunicarles, que el feto no ha podido aguantar tantos golpes. Y
según tengo entendido, durante tantos días seguidos. Es un milagro
que ella siga viva. Aunque aún puede volver a recaer, no lo sabemos.
La seguiremos teniendo en observación, señora.
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