lunes, 27 de abril de 2015

El escenario equivocado - Final

-¿Luz? ¡Luz!
Su voz rota, ronca y auténticamente vacía de vida, aguantando las ganas de vomitar sangre, se apaga de repente y el aparato que controla su ritmo cardíaco, comienza a hacer ruidos extraños.


La lluvia, débil como siempre en Málaga, ha cesado. A pesar de eso, la gente sigue con sus respectivos paraguas. A pesar de que la lluvia ha mojado la hierba y se ha mezclado con una ligera capa de tierra que hay debajo, la cual les mancha los zapatos, se quedan donde están. Todos mirando hacia el mismo lado.
1995-2014
Aquí yace la joven, dispuesta y valiente Luz Gracia Rolán. Esperamos que estés allí arriba, salvaguardada de los males terrenales que te arrastraron hasta la eternidad. Aquí te seguimos queriendo hasta que nuestra alma te haga compañía cuando llegue nuestra hora, aunque la tuya llegara demasiado temprano.
Por y para siempre, esperamos que tu luz nos calme de nuestros miedos.


-¡Oh, mira, tiene tus ojos!
-Es preciosa. Como tú.
-¿Cómo la llamaremos?
-Luz. ¿Te gusta?
-Es perfecto. ¿Ves cómo le brillan los ojos? Será muy guapa de mayor, como su madre.
-Estoy segura.
-Y yo.


Cuando el cementerio, vacío por los vivos y conquistado por los que ya no están, por fin quedándose tranquilo sin los llantos rotos de los familiares de Luz, un muchacho, el amigo de la chica muerta, se acerca a su lápida. Allí deposita una carta que duda que se llegue a leer algún día. Pero él, quitándose las lágrimas de sus ojos enrojecidos, la deja ahí sin más, retirándose y volviendo hasta donde su amigo lo espera con el coche. El cementerio no es un lugar nuevo para él, pero en su opinión, le es demasiado conocido ya que siempre acaba llevándose a las personas que más quiere. Primero su padre, luego su hermana seguida de su madre. Y por último, a Luz, el amor de su vida. Y cuya alegría se había apagado para siempre.
Querida amiga:
No es día para escribirte, nunca me ha gustado hacerlo. Siempre he preferido quedar contigo, aunque esta vez es una ocasión algo especial. Sabes que lo mío no son las cartas, así que no me culpes.
Luz, tú siempre has sido mi mejor amiga. Has sido siempre mi único amor. Y siento cada uno de los días en los que no pude hacer nada por salvarte antes. No lo consideraba tan grave como realmente era. Tampoco me contabas nada más allá de las supuestas palizas que te pegaba tu padre. Jamás me hubiera imaginado, hasta que me mandaste esa carta, que estarías embarazada y que además, que te violara. Jamás. Y si me lo hubieras contado antes, ahora estarías viva, Luz. ¿Cómo hemos sido tan estúpidos? Tu padre, un maltratador compulsivo, abusó de ti y de la confianza de tu madre. Pero a ella no la culpo, el amor ciega hasta al que mejor vista tiene.
Lo siento, Luz. Lo siento. Ni siquiera sé qué más decir. Tú estás ahí, tranquila y lo que seguramente no quieres, es verme sufrir aquí abajo. Te imagino echándome una regañina desde ahí arriba y es lo que más me consuela. Al menos, estás bien.
El doctor que te atendió me ha dado los resultados de tu diagnóstico sobre todas las contusiones además de información sobre el embarazo. Y bueno…jamás te enteraste si el bebé se salvó después de la paliza de tu padre o no, y la respuesta es que no pudo sobrevivir. Pero el caso es que… el niño era mío, Luz. Cuando te envié el mensaje, no sabía que lo era y cuando el doctor me lo dijo, no podía creérmelo. Lo nuestro no tuvo sentido en su día. Pero era mío y ojalá lo hubiésemos tenido. Ojalá los tres hubiésemos formado una familia. Ojalá, directamente, estuvieras aquí.

Te querré siempre, Gabriel.

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