miércoles, 29 de julio de 2015

Divina Comedia - uno

1850      Italia, Florencia.


                -Siempre viene aquí a leer.
                Beatriz alzó la vista del libro sobresaltada y se encontró con los ojos de un joven florentino observándola atentamente. La muchacha cerró el libro, sin prestar atención a la página en la que se había quedado, y decidió levantarse del árbol donde siempre se apoyaba para leer.
                -Señorita, le hablo a usted.
                Beatriz ni siquiera se giró para contestarle, pues no sabía por qué aquel hombre la abordaba de esa manera tan repentina. No lo había visto en su vida, pero al parecer él si a ella, y pensar en ello le puso nerviosa. Por lo tanto, tomó camino hacia su casa. Agarró con fuerza el libro y desapareció del paisaje inmediatamente.
                El joven suspiró disgustado y se levantó con pesar. No esperaba una buena respuesta pero tampoco una tan radical. Se ajustó la chaqueta y siguió a la chica que él mismo había espantado. La vio ligera, moviéndose sin problemas y librándose de la gente que se cruzaba en su camino. Se enamoró del vuelo de su vestido blanco, de su pelo débilmente recogido y de sus pasos gráciles. Debía saber al menos su nombre, llevaba días dedicándole versos a esa mujer, sin apartar sus pensamientos de su caída de ojos, de cómo se colocaba el pelo tras la oreja o de qué manera tan dócil cuidaba el libro que tuviera entre sus delicadas manos. Era algo que debía controlar, ya que se estaba volviendo enfermizo. Seguramente, pensó, creería que era un acosador. El problema era que se había convertido en prisionero de los ojos de aquella mujer. Creía habérsele parado el corazón cuando ella lo había mirado por primera vez. Había fruncido el ceño y lo había mirado con desdén y desconcierto, pero de igual manera no sabía de dónde venía aquella reacción tan desesperada por hablarle una segunda vez al verla levantarse.
                Beatriz miró por encima de su hombro, por si aquel hombre la seguía. Lo encontró a mucha distancia de ella, pero sabía que la estaba persiguiendo, ya que pudo ver cómo oteaba con los ojos a cada una de las personas con las que se cruzaba buscando a Beatriz. Estaba nerviosa y lo pudo notar en cómo le temblaban las manos. Se alegró de tener aquel libro entre sus manos ya que al menos con él disimulaba su nerviosismo. Cruzó la esquina de la primera calle que vio, sin saber a dónde la llevaba y se permitió el lujo de pararse. Se apoyó contra la pared y respiró con calma. Se sorprendió al darse cuenta de que estaba sonriendo. Beatriz se llevó una mano a los labios descubriendo que así era y seguidamente al corazón, el cual bombeaba fuertemente su pecho. Se estaba divirtiendo.
                -Señorita, ¿de qué se ríe?
                Aquel hombre estaba frente a ella, mirándola de la misma forma que antes. Beatriz no se había fijado hasta el momento, pero tenía una mirada profunda de ojos claros. Era joven, pero no más que ella, se notaba que le sacaba unos cuantos años. Se acercó despacio hacia Beatriz, imponiéndole su cuerpo para que no pudiera volver a escapar.
                -¿Por qué? - le preguntó Beatriz, apretando contra su pecho el libro que sujetaba.
                La cálida voz de la muchacha le cautivó, llenando su pecho de felicidad. Pero no más que cuando la había encontrado apoyada en esa pared con una sonrisa entre los labios. Además de sus ojos, se había vuelto cautivo de su sonrisa. Eran labios carnosos, pero no demasiado, los cuales ocultaban una bella sonrisa. No podía decirle que estaba enamorado de ella hasta rozar el límite de la obsesión, pero no era porque no quisiera confesarse, sino porque no podía. No esperaba que la joven lo mirara con esa intensidad.
                -Por favor, déjeme en paz.
                Beatriz se apartó de él y decidió continuar su camino. No sabía a qué venía ese interés que no intentaba siquiera disimular por ella, pero Beatriz no se iba a quedar hasta la saciedad esperando a que ese hombre le respondiera. Era una pregunta sin sentido, pues demostraba que se había interesado ella también por el muchacho.



Continuación >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> Divina Comedia - dos

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