viernes, 15 de mayo de 2015

Un rechazo no le sienta bien a nadie I

-Nos vemos mañana.
Hades se despidió de su compañero de karate y se fue a los vestuarios, donde se ducharía antes de irse a su casa. Tenía todos los músculos en tensión, con la cara roja por los sofocos y el calor. Aunque el quimono era ligero, pero el sudor lo notaba por todos lados. Ella era una de las pocas chicas apuntadas a karate y la única que prefería ducharse allí antes de marcharse. A las demás les daba asco ducharse allí, y en parte tenían razón, pero a Hades no le apetecía nada ponerse su ropa limpia oliendo así.
Como era la última clase que se daba en aquel gimnasio, dentro de los vestuarios de mujeres no había nadie. Todo el mundo se había ido.
Había sido un día agotador y para colmo, se había tenido que enfrentar a un chaval un poco más bajo que ella y seguidamente, sin descansar, con otro con el que no se llevara demasiado bien. Durante todo el combate, la había mirado con odio, el mismo que se intensificó cuando Hades le ganó. Aquello le había sentado como una patada en la boca al chaval y la había tachado de puta sin ningún motivo. La joven sabía que ninguno de los dos no se caían en gracia, pero ella tampoco le había dado razones para ello. Era un simple combate.
Hades se acercó hasta su taquilla y sacó de ella la bolsa con sus cosas de aseo. Se preparó la ropa en uno de los bancos y se metió a continuación en una duchas. Agradeció el contacto con el agua y notó como el sudor se iba desprendiendo poco a poco de su cuerpo. El jabón la limpió y dos minutos después, estaba fuera con la toalla alrededor de su cuerpo. Desde ahí, se oían las pocas personas que iban saliendo del vestuario de los chicos y se dijo así misma que se diera prisa se no quería quedarse ahí encerrada. El pelo era lo de menos, se le secaría por el camino, así que eso no le preocupaba en absoluto,
Lo que verdaderamente le preocupaba a Hades era que su ropa y sus cosas no estaban en el sitio donde las había dejado. Miró inmediatamente a su alrededor y notó como el corazón se le subía hasta la garganta, entrándole ganas de vomitar. Se apretó la toalla, insegura. Alguien había cogido sus cosas, estaba segura. Ella había dejado la bolsa junto a la ropa ahí mismo, justo en el banco que tenía delante suya.
De repente, Hades escuchó un pequeño ruido que le puso alerta y dos segundos después, un chico apareció con todas sus cosas con una sonrisa dibujada en los labios. Los ojos le brillaban y Hades comenzó a temblar.
-Héctor...- era el mismo chico al que le había ganado y el mismo que la había mirado como si no hubiera otra persona en el mundo a la que odiara más que a ella. Era un joven alto, solo un poco más que ella, de espalda ancha y músculos ligeramente definidos. Pero esta vez no la miraba con odio, al contrario, era una mirada de "me gusta lo que veo y lo quiero ya".
-¿Estás bien? Te veo nerviosa- el chico soltó las cosas al suelo, tirando su ropa cerca de un charco de agua, mojándola y pisándola. No le apartó en ningún momento la mirada de encima, analizando todo su cuerpo.
Hades se retiró de forma automática, pero él se acercó hasta ella y le cogió de la muñeca derecha. Con la que aún tenía libre, se aseguró de que la toalla se quedara en su sitio.
-¿¡Héctor, qué mierda haces?! ¡Déjame!- gritó esperanzada.
-Con el quimono no puedo apreciar tan bien tu cuerpo- le dijo con la voz ronca. Héctor se había duchado también, tenía el pelo aún mojado y olía a limpio-. Aunque ahora tampoco es que pueda ver mucho más.
Sin previo aviso y sin ella poder impedírselo, le quitó la toalla de encima dejándola desnuda ante sus ojos hambrientos.



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