jueves, 16 de abril de 2015

¿Virginia? 1/2

Virginia se dirigía de camino a su casa cuando notó cómo el frío comenzaba a calarle los huesos. No es que en Málaga hiciera demasiado frío, pero sí más que normalmente. Se abrochó la fina chaqueta de cuero con la esperanza de cobijarse un poco, pero se dio cuenta de que su madre tenía razón al haberle advertido del frío que haría sobre esas horas. Era obvio que cuando llegase a casa su madre se reiría de ella. Aún así, se frotó los brazos y siguió hacia delante sin detenerse, no quería llegar demasiado tarde, ni recibir gritos que podía evitar fácilmente si en su mano estaba evitarlo.
De repente, su móvil empezó a sonar y antes de que contestara, se imaginó quién podía ser.
-¿Mamá?
-Virginia, ¿dónde estás? - ella notó la voz llena de pánico de su madre y se preguntó qué podía haber pasado para estar así. Tenía que ser bastante grave si así era, ya que sabía que Virginia no era de las que estaban hasta muy tarde fuera de casa.
-Estoy llegando, ¿por qué? - miró a su alrededor y empezó a sentirse extraña. ¿Sería por la llamada de su madre?
Al otro lado del teléfono, escuchó a su madre llorar y sollozar, algo que hizo poner en estado de alarma a Virginia. Ella ya se había puesto así mucho antes. Lo malo era, que por extraño que le pareciera, su cuerpo reaccionó por sí mismo haciendo que se pusiera completamente rígida y en tensión.
De fondo, oyó varios gritos de su padre, quien se puso seguidamente al teléfono.
-Virginia, ¿dónde estás? - le preguntó casi gritándole-. Dime la calle en la que estás.
-En la calle...- se giró y empezó a buscar algún letrero que indicara el nombre de la calle. Se conocía el sitio y la mayoría de las calles de la zona, pero desafortunadamente no sus nombres-. No lo sé, no hay ningún letrero. Pero estoy cerca, de verdad - suspiró sin entender nada, retomando mientras su camino-. ¿Por qué llora mamá?
-Mierda... Virginia, llama a la policía y quédate donde estás.
-¿Pero por qué?
Virginia se dio de nuevo la vuelta sin colgar el teléfono y se fijó en la fachada de los bloques por los que pasaba. Para su desgracia, la chica empezó a temblar y a aligerar el paso. Cuánto antes llegara, antes averiguaría qué pasaba con sus padres y esa histeria repentina por teléfono.
-¡Virginia llama a la policía!
Antes de que se diera cuenta y pudiera reaccionar, Virginia se vio contra una pared con las manos a cada lado de su cabeza y con los ladrillos de un bloque clavados en su espalda. Reprimió un grito de dolor y miró al individuo que le acababa de acechar. El corazón le dio no solo un vuelco, sino varios que hicieron que quisiera vomitar. Sus ojos no dejaban de llorar y ni siquiera se había percatado de cuándo había comenzado a hacerlo. El acechador le cogió ambas manos con una sola y se las subió para que las tuviera por encima de su cabeza y así coger con la otra el móvil de Virginia, por el que se escuchaba a su padre gritar su nombre una y otra vez.
-Tu hija está más guapa desde la última vez - le dijo al padre de Virginia mientras, sin ninguna decencia, se restregaba contra el cuerpo de Virginia y pegaba su cara a la de la chica-. Esta vez no se me va a escapar. Me gusta incluso más que su amiga.
-¡Papá! ¡Papá! - gritó con la voz rota despegando su cuerpo de la pared para poder impulsarse e intentar que la soltara.
Y lo hizo, la soltó, pero para poder darle un buen puñetazo en la cara y tirarla en el suelo.De manera seguida, vino una patada mal dada en las costillas que le quitó las ganas de llamar a nadie. Perdió la fuerza con tanta facilidad que se dio vergüenza, pero qué iba a hacer ella. Nada, nada como la última vez.
El hombre se agachó hasta ponerse a su altura, con el teléfono cerca de ella para que oyera la desesperación de su familia.
-¿La escucháis? Es vuestra hija. Ahora mismo está en el suelo -  les explicó a sus padres lamiéndose los labios y devorándola con la mirada-, pero tranquilos, no me importa follármela  en el suelo como hice con su amiga. Por su culpa, he estado metido en prisión durante demasiado tiempo y ahora toca cobrarme lo mío, aunque eso implique volver a estar entre rejas.
Antes de que el padre de Virginia pudiera dedicarle cualquier insulto de desesperación y gritos que no solucionaban nada, el hombre cortó la llamada y estampó el móvil contra la pared que tenía justo delante.





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