Los golpes de su hermana despertaron a la joven de un susto.
Artemisa se levantó cómo pudo de la cama, estaba físicamente agotada de las pruebas que había hecho el día anterior, por lo que tener que despertarse a esa hora no es que le hiciera mucha gracia. Intentó no hacer caso a los constantes golpes que llegaban hasta su habitación, pero fue misión imposible.
Miró la hora en el móvil y comprobó que eran las tres de la mañana.
Encendió la luz de la mesa de noche y se arropó con una pequeña manta que siempre tenía a los pies de la cama. Salió de la habitación y se fue derecha a la habitación de su hermana. Con suerte era ella la que se había despertado y no sus padres. Por desgracia eran sus habitaciones las que estaban una al lado de la otra.
-¿Hades? ¿Qué coño estás haciendo? - preguntó con una mano puesta en el pomo y la oreja pegada en la puerta. Desde fuera no se escuchaba nada, salvo los repetitivos golpes contra algo.
Hades no respondió, por lo que Artemisa se tomó la libertad de abrir la puerta, encendiendo la luz al entrar.
En cuanto Artemisa vio a su hermana golpear de forma insistente la pared de su habitación, se abalanzó sobre ella con el fin de que dejara de hacerse daño así misma. Ella no era tan alta como Hades, ni tenía la misma fuerza, por lo que le costó bastante separarla de la pared a la que golpeaba. A Artemisa se le daba bien correr, tenía mucha agilidad para eso y más, pero en cuanto a fuerza se refería, era nula.
-¡Hades, ya vale! ¡Basta! - le gritó Artemisa asustada por la actitud de su hermana.
Hades no la miró, estaba demasiado concentrada en golpear la pared hasta que esta cayera, hasta que se rompiera. Aunque a decir verdad, la única que se estaba rompiendo era ella.
Al fin, Artemisa logró separarla, llamando la atención de su hermana como pudo.
-Hades... Hades, por favor reacciona - le pidió aprovechando que poco a poco disminuía su afán de autodestrucción
Artemisa la llevó hasta la cama, donde Hades se quedó sentada, con la cara agachada sin poder mirar a su hermana. Le cogió de las manos, observando lo que se había hecho en los puños. Estaban encendidos, en carne viva por haber estado golpeado con insistencia la pared, la cual no tenía culpa alguna de su enfado. La chica se volvió y comprobó que había dejado pequeñas manchas de sangre - Hades, ¿pero qué coño haces? - inquirió, alzando el rostro de Hades -. Mírame.
Las lágrimas comenzaron a caer de los ojos de su hermana en cuanto esta la miró. Tenía las mejillas enrojecidas del esfuerzo y los ojos hinchados de haber estado llorando también antes. Los rasgos de la cara se le habían suavizado, pero seguía con una expresión fría y distante. Artemisa la estuvo observando durante un rato, y se fijó en los moratones que tenía alrededor del cuello y de las muñecas. Carecía de emociones, a pesar de estar llorando. Su cara permanecía impasible.
-¿Qué te han hecho?
-Nada - dijo Hades de repente, despertando de su conmoción y retirándose de Artemisa. Se subió del todo a la cama y se pegó a la pared - Vete a tu cuarto.
-No.
-Artemisa - dijo solemne Hades, dejando claro que no la quería invadiendo su espacio.
-Hades - le respondió, contrariando a su hermana. Conocía a Hades, pero no podía mentir y decir que sabía cómo calmarla en esa situación. Nunca la había visto tan helada por dentro, y mucho menos con ella, que siempre estaban muy unidas.
Ambas hermanas se desafiaron con la mirada. Artemisa estaba seriamente preocupada por ella, y Hades parecía no comprender la seriedad del asunto. Se había despertado en mitad de la noche por su culpa, porque Hades se estaba autolesionando así misma. Quería saber el motivo de aquello, quería conocer el origen de esos moratones. Su hermana practicaba karate, y sabía que era excepcional, pero también era consciente de que lo que tenía Hades, tanto en el cuello como alrededor de las muñecas, no era a causa de sus clases de artes marciales.
-¿No entiendes que no es normal estar a las tres de la mañana golpeando una pared?
-Lárgate, joder - le espetó con suma frialdad. Una frialdad que no había visto nunca en Hades. Le acababa de golpear, pero con palabras que era mucho peor que cualquier otra cosa.
Entonces Artemisa desapareció de su habitación, haciendo caso a su hermana. La dejó sola, como ella quería.
Se metió en su cama, se arropó y lloró en silencio, manchando con la sangre de sus nudillos las sábanas. Ella no quería ser así con Artemisa, pero no le quedaba de otra.
Estaba rota, completamente rota por dentro. El dolor de sus manos no era ni similar al que sentía en el corazón. Héctor la había destruido, había acabado con ella. Y se sentía tan frustrada consigo misma, que por eso se había levantado a esa hora y había comenzado a golpear la pared, imaginando que era Héctor. Quería destruirlo como había hecho con ella. No quería ni pensar en cómo iba a reaccionar al día siguiente cuando se lo encontrara. La había tocado, la había violado. Había inmortalizado un momento que Hades se había imaginado de mil maneras diferentes, nada que ver con lo que Héctor le había hecho ese día en el vestuario.
-Lo siento. No tengo perdón de Dios.
-No, no lo tienes- corroboró ella a regañadientes. La había tomado sin ningún tipo de consentimiento, un consentimiento que si las cosas hubieran fluido de otra manera, se lo hubiera dado. Pero no había sido así.
Se apartó de Héctor, asqueada con él y consigo misma. La expresión de la cara le había cambiado, al igual que la manera de comportarse. Se levantó sin intención de cubrirse, se movió por el vestuario como un fantasma, buscando su ropa. Ella se vistió delante suya, sin pudor, y mirándole a los ojos sin emoción alguna.
-Hades, espera.
Él intentó levantarse, pero los ojos de Hades cayeron con un peso mayor sobre él, viendo a través de ellos el infierno al que la había arrastrado y condenado. Hades se acababa de convertir en una persona sin ánima, fría y distante. Frustrada y contrariada. Pero sobre todo, helada por dentro, como el mismo Infierno que Dante había descrito en su Divina Comedia.
Una vez recogidas sus cosas, Hades desapareció del vestuario y dejó a Héctor dentro.
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