sábado, 19 de marzo de 2016

Feliz día del padre.

-Mi padre es médico y salva a personas que no se encuentran muy bien. Lo veo muy poco, pero cuando vuelve a casa siempre me trae tiritas de dibujos chulos. Y eso me gusta mucho. Mi madre está muy orgullosa de él, pero ella no es médica, sino profesora para gente mayor. Está estudiando siempre y me enseña muchos libros antiguos escritos en una lengua anterior a la nuestra. Es muy interesante.
Todos los compañeros aplaudieron a la niña de ocho años y ella sonrió, sonrojada por los halagos que escuchaba por parte de sus amigos. Estaba orgullosa de tener unos padres como los que ella tenía, ya que veía el respeto en los ojos de los demás cuando hablaba de ellos. 
Se sentó de nuevo en su pupitre.
-Janet Jilyt, es tu turno. Ven aquí y cuéntanos.
Janet estaba al final, donde para sus compañeros era el lugar de los marginados, pero donde ella se sentía mejor. Estaba ensimismada mirando uno de los múltiples arañazos que tenía su mesa cuando escuchó su nombre. La niña alzó la vista, miró al frente y se encontró con varios pares de ojos observándola de manera curiosa.
-Vamos, ven - le insistió la profesora.
-Sí - dijo, obediente.
Se levantó y se dirigió hasta donde estaba su profesora. Atravesó la clase, con las manos una sujetando a la otra. Escuchaba de qué manera sus compañeros murmuraban cosas sobre ella. No lograba entender exactamente lo que decían, pero tampoco quería saberlo. Tragó saliva. Cuando estuvo al lado de la profesora, esta le puso una mano en su pequeño hombro, y con la otra, señaló al resto para que comenzara hablar.
Todos estaban deseando escucharla, y ella todo lo contrario. 


-Mamá... 
-Dime, preciosa.
La mujer se sentó a un lado de la cama, le acarició el pelo rubio a su hija y se aseguró de que estuviera bien arropada. Tenía el rostro apagado, con los ojos caídos llenos de cansancio. La luz de la mesa de noche le daba a su piel un tono demasiado pálido.
-Mañana en el cole me preguntarán por el trabajo de papá y tuyo.
La cara de su madre se ensombreció al escuchar a su hija. Janet pudo comprobar que se había equivocado al decírselo. Podría haberse callado, como hacía siempre.
-¿Qué digo?
-Janet, ya sabes que no debes decir...
-¿Tan malo es vuestro trabajo? Ayudáis a otras personas, ¿no?
Sonrió con un atisbo de esperanza. Solo tenía ocho años, era una niña que podría estar orgullosa del trabajo de sus padres, como el resto, pero no sabía ni cuál era. Sus padres siempre le decían que su trabajo era complicado y que algún día se lo explicarían. Pero, ¿cuándo?
-Di que es un trabajo poco importante y que solo nos dedicamos a quitarle los problemas a personas que lo necesitan.


Cuando Janet repitió aquellas mismas palabras en clase, algunos empezaron a hacer preguntas en voz alta para que la niña las respondiera, pero no podía porque no sabía nada sobre el trabajo de sus padres. La profesora los fue callando poco a poco, pero Janet se sentía expuesta y con muchas ganas de llorar. Al final, tocó el timbre y salió corriendo de la clase, habiendo cogido antes su mochila de Hora de aventuras y su libro de Conocimiento del Medio
-¿Por qué no dices nunca qué hacen tus papás? Mi padre barre todas las calles y no es un trabajo tan chulo como el de los padres de Luciana, pero...
Janet se separó de su amigo Luis, el cual le había cogido de la mochila para que se parara. Luis vio los ojos vidriosos de su amiga y se sintió mal, ya que sabía que iba a ponerse a llorar en cualquier momento. Pero él siguió hablándole.
-Además, tu ropa es muy guay y siempre te recogen en un coche como los que salen en las películas. El trabajo de tus padres debe de ser...
-Mañana nos vemos.
La pequeña niña demostró gran frialdad al dejar tirado a su amigo.
Janet llegó a la puerta del colegio a toda prisa, ya que sabía que alguna que otra persona se iba a parar a mirar cómo se subía en el BMW de su padre. Un hombre vestido de traje salió del asiento del copiloto y alcanzó a Janet para quitarle la mochila de encima.
-Hola, señorita.
-Hola - le respondió subiendo apresurada al coche. Dentro, su padre tecleaba con apremio su móvil mientras revisaba un montón de papeles esparcidos donde se suponía que se tenía que sentar Janet - ¿Papi?
Su padre la miró y le sonrió quitando de en medio los papeles para que su hija no tuviera que ver nada, pero ella ya los había visto. Eran fichas con fotos de personas, personas muertas de distintas maneras. ¿Su padre...?
-Janet, ¿qué tal en el cole? - él quiso alargar el brazo para abrazarla, pero ella se retiró asustada. 
Sus ojos reflejaban el claro ejemplo del mal asombro, del miedo y el desconcierto infantil. No daba crédito a las imágenes que había visto. Se echó a llorar y abrió la puerta del coche antes de que se pusiera en marcha. 
-¡Janet!
Su padre no ayudaba a otras personas.
Su padre no le quitaba los problemas a los demás.
Su madre mentía.
Su madre no tenía razón
Su padre mataba a otras personas.
Era un... sicario.

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