Cuando me despierto siento una extraña y lejana sensación
que hacía tiempo que no experimentaba. Todo es cálido, reconfortante y me
siento limpio, por dentro y por fuera. El capitán, Steve ha cuidado de mí. No me
lo merezco, soy un monstruo. Ni siquiera sé qué es lo que he dicho mientras cargaba
conmigo.
Solo le doy problemas. ¿Por qué no pude simplemente olvidarme de él?
¿Por qué tuvo que volver a por mí? No lo entiendo, no logro entender nada desde
que volví a ver sus ojos claros. Esos ojos claros.
Cuando me quiero dar cuenta,
miro por debajo de la sábana y me encuentro desnudo. Completamente desnudo. Y
Steve, que está junto a mí, duerme aún. Lo contemplo y analizo su tranquilo
rostro. No, está claro que no es aquel chico que conocí hará ya tantos años.
Pero eso no quita que siga siendo el mismo estúpido de siempre. Metiendo las narices dónde no
debería...
De repente me pongo rojo y la temperatura de mi cuerpo comienza a
subir. Si yo estaba inconsciente, no hay otra opción: él me ha desnudado.
Levanto sin que se de cuenta la sábana y compruebo si él también está
desnudo. Es entonces cuando confirmo mi sospecha. Me
acerco poco a poco hasta sus labios carnosos y bien perfilados. Llevaba tanto tiempo pensando en
este momento, tantos años reprimiendo este sentimiento que me oprime por
dentro, que de verdad, me hasta ahora, solo hacía consumirme por dentro.
Además, él no tiene porqué enterarse de esto, está hermosamente
durmiendo. Nuestros labios están demasiado cerca y nuestros alientos se
entrelazan. Es el momento, pero cuando
lo voy a besar, el estúpido abre los ojos y me agarra la cabeza hasta acercar
mis labios contra los suyos completamente. El corazón se me va a salir del
pecho, tiene unos labios tan suaves, tan pecaminosos que es casi imposible decirle que no…
Nos separamos y nos
volvemos a mirar.
-Bucky… Bucky…
-Steve, lo siento…
-No te lamentes,
llevaba demasiado tiempo esperando este momento. Pero nunca llegó.
Me giro para que no vea mis ojos vidriosos, estoy demasiado
excitado como para mantener una conversación. No puedo, no puedo mirarle,
porque sino… sino… no me haré responsable de mis actos.
-Bucky, joder, mírame
a los ojos. No me quites ese privilegio. Ahora no.
-Steve,
yo… yo… no puedo. Soy monstruo. Soy una maquina de Hydra. No puedo hacerte más
daño del ocasionado.
-Y
seguirás haciéndome daño si no me besas de una vez.
-¿Pero
es que no te das cuenta?
-De lo único que me
doy cuenta es de lo que siento por ti, Bucky. He intentado que este sentimiento
no me lleve, pero aquí estoy. Contigo, Bucky. Te quiero.
Dejo que pasen unos segundos hasta que soy cien por cien
consciente de lo que acabo de escuchar de la boca del Capitán. ¿Me ha dicho que
me quiere? ¿Esto es real? ¿No es Hydra el que está manejando mi mente?
-Bucky, di algo.
No soy capaz de girarme aún, las lágrimas no dejan de caer
pero no quiero que me vea así, no puedo permitirlo. Entonces, siento una mano suya en mi barbilla que me obliga a mirarle. Ahí están sus labios, otra vez sobre
los míos.
Yo inmediatamente le abrazo, no puedo más.
-Desde pequeños
siempre te he amado, Steve. Incluso cuando era el Soldado de Invierno, nunca
dejé de amarte, por eso no fui capaz de matarte. Y ahora, ahora que te tengo
aquí y sé que eres real, no sé qué es lo que voy a hacer. Dime, Steve, dime qué
debo hace. ¿Hay un futuro para mí, para ti, para nosotros?
Como respuesta me corresponde el abrazo, me acerca hacia sí y me vuelve a
besar, pero esta vez con más pasión, más apremio, más intensidad. Lo noto
desesperado, pero lo entiendo, yo estoy igual. Por primera vez en años
no tengo miedo, me da igual S.H.I.E.L.D, me da igual Hydra. Solo me importa que
estemos juntos. De nuevo.
Sin separar sus labios de los míos empieza a recorrer mi
espalda con la punta de los dedos. Le aparto y le miro con los ojos muy
abiertos, seguramente estoy completamente rojo. Agarro la sábana e intento
tapar mi cintura, pero Steve es más rápido, arranca la sábana de mis manos, me
coge de los hombros y me tira sobre el colchón.
-¿Para qué te tapas? ¿Quién
crees que te ha desnudado? – dice mientras me guiña el ojo y me lanza una
sonrisa burlona.- Además, hay cosas que
no puedes disimular – prosigue cogiéndome la erección. Tiene razón,
necesito dejarme llevar. Es Steve, no puedo luchar más. Pero tampoco puedo
ponérselo tan fácil.
Le cojo con mi mano de metal del hombro y lo empujo hacia
mi lado, nos miramos frente a frente ahora.
-Es verdad, hay cosas
que no pueden pasar desapercibidas en un hombre como tú.
Ahora soy yo el que lo coge entre mis manos y me quedo
sorprendido ante su tamaño, ante su suavidad, ante lo grueso que es. Me quedo
impactado mirando descaradamente la punta de su erección. Mientras él sigue masturbándome, yo intento no gemir demasiado fuerte. Acerca su cara a mi oído y me
susurra:
-Si tanto te gusta,
¿por qué no lo pruebas?
Sonrío, dándole otro empujón pongo mis caderas sobre las
suyas, acerco mis labios a su cuello y empiezo a besarlo. Besos cortos, suaves,
como pequeñas explosiones sobre su piel que enrojece cada vez más. Voy bajando
poco a poco, recorriendo ese cuerpo perfecto con el que tantas veces he soñado
y que ahora es todo mío. Paso mi lengua por sus abdominales, intercalando los lamidos con los besos. Steve gime
cada vez más. Acelero el ritmo y finalmente alcanzo mi objetivo.
Mientras lo sostengo entre mis manos y lo masturbo, miro de
reojo a Steve que me observa jadeante.
-Steve, tú eres mi
misión.
Abro la boca y de repente me da demasiada vergüenza
continuar, no es como si tuviera práctica… ¿Pero qué diablos me pasa? No hay
manera de que pueda hacer algo como esto.
-Bucky, tienes que
acabar las cosas que empiezas – me dice el maldito bastardo de Steve
mientras me agarra del cuello y me hace tragar.
Intento que pare moviendo la cabeza, pero no hay manera, me
tiene asido y no me piensa soltar. Miro a Steve que me sonríe, retándome,
mientras yo… mientras yo tengo esto en la boca entrando y saliendo. Cada vez me
hace tragar un poco más, y mi saliva le empapa, colgando por la comisura de mis
labios. Ya no soy capaz de mirarle desafiante, he perdido toda fuerza de
voluntad, mis ojos reflejan solo un cosa: deseo. Y él lo ve, sigue sonriendo,
pero también gime, mordiéndose los labios para reprimirlo. No puedo respirar
bien porque cada vez que me empuja hacia abajo para que trague, me tapa la
garganta.
De todas formas no quiero que pare, porque él cada vez respira con mayor
dificultad y me aprieta la nuca con más fuerza. Sin ninguna vergüenza, pues no merece la pena seguir aparentando nada, empiezo a mover la lengua; alternando
movimientos circulares con pasadas con el ápice de la lengua. Apoyo la palma de
mis manos en su vientre para mantener el equilibrio y moverme con mayor
libertad. Lentamente, Steve aparta sus manos de mi nuca y me deja hacer. Sigo
chupando, pero tengo la sensación de que no lo hago bien. Le agarro con mi mano
humana y empiezo a lamerlo pensando en cada helado que me he comido en mi vida.
Supongo que mejoro, porque Steve respira cada vez más fuerte y rápido. La
sostengo entre mis manos y paso la lengua a grandes lametones por toda la piel,
después chupo la punta, succionándola, para así relajar la presión de mis
labios, tragando más profundo y moviendo la lengua de nuevo en movimientos
circulares. Steve gime aún más intensamente, pero en vez de acabar vuelve a
cogerme de la nuca y me aparta.
-¿No lo hago bien?–
pregunto realmente preocupado.
-¿Por qué te
preocupas tanto? – responde Steve riéndose. Se levanta y se acerca a mí sonriendo,
me acaricia la mejilla y me besa.– Si no
te paro acabaríamos demasiado rápido, ¿no crees? Además– se acerca aún más y susurra– sigo siendo virgen.
No puedo evitar reírme, pero no es una risa suave como la
de Steve, es una carcajada sonora que se convierte en un ataque. Él empieza
a reírse también.
-¡Qué
casualidad, yo también!– digo, casi gritando e
intentando aplacar la risa.– ¡Hace más de
cuarenta años que no me reía!
Steve me abraza y me atrae hacia él. Me besa. Después muerde
mi cuello y mi hombro. Me empieza a masturbar de nuevo mientras sigue
mordiéndo y lamiéndome. Suavemente me tumba sobre la cama. Levanta el torso
mientras acaricia mi pierna izquierda con su mano, después me coge la rodilla y
me la dobla, se coloca entre mis piernas. Ya sé lo que va a pasar, por lo que de nuevo me entra la vergüenza repentina y no puedo seguir mirándole. Me tapo la cara con mi brazo
de metal que, a diferencia del resto de mi cuerpo, está fresco.
-Bucky…¿puedo?
-Sí.
-Si te
duele, me lo tienes que decir.
-Sí.
-Prométeme
que no intentarás matarme después.
- No
prometo nada.
Steve, sin dejar de masturbarme ni un momento, me acerca su
otra mano a la boca y me acaricia los labios con la puta de dos de sus dedos, obedezco,
abro la boca y me los mete para que los vaya lamiendo. Cuando están bastante
mojados los saca de mi boca.
-Ni se
te ocurra, Steve.
-Si no
lo hago te dolerá más.
Pero no me hace caso y los mete sin mediar más
palabra. Duele. Joder, sí que duele. Es una sensación muy extraña, me muerdo los labios y vuelvo a
taparme la cara con el brazo. Quiero matarle.
Steve por su parte, sigue moviendo sus dedos,
aunque lo hace con suavidad, con cuidado, pero es bastante molesto. Sin embargo no quiero que
pare, porque poco a poco se siente agradable. Sigue con movimientos
paulatinamente más intensos hasta que me relajo del todo.
-Bucky, no puedo más. Hazlo de una vez.
Saca los dedos y coloca sus manos en mis muslos para
mantener mis piernas separadas. Despacio se va metiendo dentro de mí. Duele
muchísimo, joder, esto duele aún más. Ni punto de comparación con su enorme y gruesa erección que me empala. Pero también es muy excitante, algo que no puedo negar. Siento como se me escapan unas
lágrimas.
De repente, Steve lo mete hasta el fondo y yo no puedo
reprimir un grito de dolor. Él no me hace mucho caso y sigue empujándome cada
vez con más fuerza, pero lentamente. Vuelve a cogerme la erección con una de
sus manos y me masturba al mismo ritmo que me embiste.
El dolor se ha transformado en una sensación muy
placentera. Las gotas de sudor de Steve caen sobre mí y nuestros gemidos se
entremezclan, cada vez con más intensidad. Steve se recuesta sobre mí y me besa
apasionadamente. Yo le agarro la cara con mis manos y también le beso.
Vuelve a erguir el torso y me masturba y embiste más y más
rápido mientras me mira a los ojos. Intento taparme la cara de nuevo, pero
con la mano que tiene libre me lo impide, aprisionando mis muñecas por encima
de mi cabeza.
-Quiero que me mires.
Ya no puedo más, las sensaciones se mezclan en mi cerebro y
no soy capaz de controlarme. Una oleada de placer me recorre desde la punta de
los dedos hasta la cabeza. Un líquido caliente me empapa el abdomen y el pecho.
Ladeo la cabeza, derrotado, no puedo más. Steve sonríe orgulloso y empuja más
rápido. De repente disminuye la velocidad y le tiemblan los brazos, tiene la
boca abierta y jadea. Acto seguido se desploma sobre mí y me abraza muy fuerte.
-Te amo, Bucky.
-Y yo a ti…- susurro
devolviéndole el abrazo.
Nos tiramos tanto tiempo así que al final nos quedamos
dormidos.
Él y yo.
Siempre hemos sido inseparables, pero con esto, está claro que somos uno.
Steve y Bucky.
Stucky.
ANTERIOR >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> Stucky - Parte 2
No hay comentarios:
Publicar un comentario