Charlotte se levantó de repente y desapareció de la habitación sin que a Will le hubiera dado tiempo de reaccionar. La chica había soltado el cuaderno en el suelo, dejándolo entre abierto, lo que continuó despertando la curiosidad del amigo. Estaba fascinado, pero realmente fascinado con todo lo que estaba ahí. Quién fuera que lo hubiera escrito, pensó, o tenía una imaginación asombrosa para la literatura y el gore, o estaba ido de verdad de la cabeza. Porque claro, se dijo mientras cogía la libreta y se volvía a sentar, todo lo que estaba escrito no era verídico, no podía serlo.
Mientras Will continuaba echándole un vistazo al cuaderno, Charlotte había salido disparada hacia el cuarto de baño. Podría estar exagerando un poco, pero su cuerpo y su estómago, para ser precisos, no estaban acostumbrados a tanto odio concentrado para leer como alguien, aunque fuera ficticio, mataba a otra persona. Abrió la taza del váter y de rodillas, empezó a vomitar. El primer relato lo había aguantado como una campeona, sin problemas, pero este la había superado y con creces. No tenía tanto aguante como Will, que al contrario que ella, le apasionaba todo lo escrito en esas páginas. No sabía si tenía miedo, porque en su mente solo se le cruzaba la idea de dejar de leer, olvidar el cuaderno y no volver del tema. Seguramente Will la tomaría por loca, pero cuando leía, de verdad pensaba que era real. Solo por cómo estaba escrito, de verdad creía que era cierto. Y que en vez de un simple cuaderno donde alguien escribía unas simples historias, era el cuaderno de alguien con historias que había protagonizado durante su vida.
Fue entonces, cuando Lotte, que luchaba por contenerse, comenzó a llorar.
-¿Quién hay en el baño? ¿Eres tú, Will?
La voz de la madre de Will resonó al otro lado de la puerta. La muchacha se levantó como pudo, limpiándose las lágrimas de los ojos rápidamente para que nadie pensara que había estado llorando. Se limpió también la boca y seguidamente se miró al espejo.
Llegó a la pequeña conclusión de que aquello era demasiado para ella. Tenía que irse.
-Perdone, tuve que entrar...
-Charlotte, ¿estás bien?
-Sí.
No quiso alzar la vista, por lo que se dio media vuelta con la cabeza gacha y regresó al cuarto de Will. Se lo encontró leyendo el cuaderno, pendiente de él, como si de verdad lo estuviera disfrutando, lo que le hizo pensar que su amigo realmente disfrutaba de esas cosas que estaban escritas.
-¿Dónde has ido? - le preguntó, volviendo a la página en que lo habían dejado.
-Al baño.
-¿A vomitar? - dijo entre risas, como una broma-. Eres una exagerada, de verdad. No es para tanto.
Pero hasta que no se fijó bien en ella no se percató de que realmente Lotte tenía mala cara. Tenía los ojos enrojecidos y la boca igual del esfuerzo. Le temblaban las manos que llevaba unidas para disimular su malestar. Estaba más pálida de lo normal, se dijo Will para sí.
-¿Lotte?
-Oye, Will... Me voy a casa, ¿vale?
Necesitaba descansar, dormir y despertar con otra sensación que no fuera la de vomitar.
Will se quedó perplejo, seriamente no sabía que se lo llegaría a tomar tan mal, pero así era, Lotte era muy sensible para algunas cosas, y lo sabía, pero al ver que ella también tenía interés por leer y por el propio cuaderno, no llegó a imaginar que llegara a tener esa reacción, sino similar a la suya.
-¿Quieres que te acompañe a casa?
-No. Quédate el cuaderno - le dijo dándose la vuelta y recogiendo sus cosas.- No lo quiero.
-Oye, Lotte...
-Nos vemos mañana en clase, Will.
Cerró la puerta tras de sí y Charlotte desapareció. Se quedó por un momento pensativo, hasta que escuchó la puerta de su casa cerrarse y a su madre despidiéndose de su amiga. Se asomó a la ventana y la vio irse.
Volvió la mirada hacia el cuaderno, lo cogió y suspiró frustrado.
-Will, ¿Charlotte está bien?
Era su madre, que le traía la merienda hasta su cuarto.
-¿Ha pasado algo, hijo?
-No se encontraba demasiado bien.
Su madre le dejó la bandeja en el escritorio y miró de soslayo a su hijo que seguía mirando el cuaderno. Estaba como si le hubieran dado una paliza mental, pues ver a su amiga irse de esa forma, como si hubiera perdido la fuerza y con el rostro tan pálido por culpa de una libreta con cinco o más historias, le había afectado.
-¿Qué es eso que tienes ahí? - inquirió la mujer mientras se acercaba hacia su hijo.
-Es de Lotte... digo, Charlotte - él era el único que la conocía como Lotte.
Frunció el ceño.
-¿Eso es de ella?
-Bueno, se lo encontró en su taquilla - le explicó tendiéndoselo a su madre, que parecía que le había cambiado la expresión de cara-. Es un cuaderno de relatos - le explicó.
La mujer observó la portada en la que venía escrito el título de Bellas Artes.
-William, ¿me lo dejas?
Will abrió los ojos, impresionado por lo que le acababa de decir su madre. ¿Quería leer el cuaderno? Pero, ¿a qué venía ese interés tan repentino? A su madre no le llamaba la atención muchas cosas, era una mujer preocupada por lo que se tenía que preocupar, por supuesto, pero no era curiosa, ni lo más mínimo, por lo que aquello le dejó anonadado.
-Cla... cla...claro, pero se lo tengo que devolver a Charlotte...
Aunque Lotte renegara de él, era una libreta que había encontrado ella, así que le pertenecía. Al día siguiente se lo devolvería y haría que lo cogiera. Era suyo.
Su madre no acabó de escuchar lo último que le dijo su hijo. Se metió en un pequeño despacho y se puso a leer. En menos de media hora había leído la muerte de Annabel, de Milles y de Dante.
No daba crédito porque todo aquello le sonaba demasiado cercano, demasiado. Y sabía de qué.
La realidad era la siguiente, y era que ella, cuando era joven, había compartido clase con esas tres personas y vio cómo fue desapareciendo poco a poco.
Había presenciado indirectamente la muerte de sus compañeros de clase. Y ahora, se encontraba leyendo cada una de sus muertes, veinte años después.
MUERTE DE MINERVA
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