Otra vez la misma pesadilla de siempre. Vuelvo a huir, pero
en esta ocasión sin la tranquilidad de saber que es solo un sueño. Esto es real. Yo
soy real y Steve, el estúpido de Steve, también es muy real. Está aquí,
conmigo, ha venido a buscarme como tantas veces deseé y no quise aceptar. Mi
cabeza es un torbellino de sensaciones, pero ahora no puedo pararme a pensar en
ello, tengo que salir de aquí. Corro hacia la salida más cercana, que es la
puerta de mi balcón. Me giro de nuevo para ver si Steve me sigue, y
efectivamente ahí está. Me voy y corro para coger impulso. Sin detenerme, salto
por encima de la barandilla y me tiro al vacío. No sé cómo lo hago para llegar
al bloque de en frente, pero entonces recuerdo. He sido entrenado para la Segunda
Guerra Mundial y luego he sido torturado por Hydra para que hiciera cosas que
nunca pensé que llegaría a hacer. No sé si alegrarme o echarme a llorar aquí
mismo, pero no, Steve no me puede ver llorar, ¿qué pensaría de mí después de
tanto tiempo?
-¡Bucky! – de repente, justo cuando caigo en la azotea del
bloque, me encuentro con Steve, de nuevo sobre mí-. Bucky, ya basta. Debes detener
esto. Huyamos.
-Hoy no.
Lo aparto de mí, a regañadientes. Todo su peso desaparece y
por un momento, me arrepiento, pero no, no podemos detener aún más el tiempo.
No podemos volver atrás y simplemente desear que esto fuera de otra manera.
Empiezo a correr de nuevo, en busca de una puerta que me libre de esta tortura.
Encuentro una que me lleva hasta el rellano y bajo por las escaleras, pero de
repente, me encuentro con un agente de S.H.I.E.L.D y lo derribo con
una patada. Mi mente dice que abata aún más a esa persona, que la aniquile, tal
como desearía Hydra, pero ahí está la voz de Steve, diciéndome que no lo haga.
Y no lo haré, se lo he prometido. Otro agente intenta que no me escape,
pero este me arrea un puñetazo sin poder impedirlo y me tambaleo. Miro la
barandilla de la escalera y sin pensármelo dos veces, la arranco con mi brazo
metálico, me aferro a ella y me dejó caer por el hueco de la escalera.
En ese momento, una mano grande y cálida impide que me caiga. Antes de mirar,
sé que se trata de Steve.
Me está sonriendo y me dice:
-Esta vez no, estúpido.
-Eso es mío, estúpido – le digo devolviéndole la
sonrisa.
Me sube y vuelvo a poner los pies en suelo firme. Observo a
mi alrededor y me doy cuenta de lo que ha hecho Steve por mí; ha abatido a
todos los agentes por mí.
-Gracias por tanto, Steve.
-No tienes por qué darlas. Venga, vámonos – me dice mientras sigue sujetándome con su espléndida y fuerte mano. Ya no es ese chico
de Brooklyn. Ahora es el Capitán América, un Vengador, un hombre leal a su
patria.
Aunque claro, a partir de ahora, no podrá decir lo mismo. Me salvó de primero de Hydra y
ahora de S.H.I.E.L.D.
Bajamos juntos las escaleras. Quizás este sea un nuevo
comienzo para ambos, para Steve, para mí. Pero cuando llegamos abajo, nos
encontramos rodeados y sin salida.
S.H.I.E.L.D nos ha atrapado. Otra vez.
***
No he dejado de sonreír en ningún un momento desde que Bucky está
aquí. A pesar de que no he podido verle apenas, saber que está a salvo me hace
muy feliz. Espero que todo esto pase pronto y podamos hablar, pues tengo tanto que
decirle...
Cojo la cafetera y cuando voy a servirme entran Sam y Sharon discutiendo.
-Sírveme uno a mí también – me pide Sam ignorando por un
momento a Sharon.
Mientras sirvo un segundo café ellos continúan hablando. Como
no se han parado a incluirme en la conversación, no me molesto en seguirla. Doy
un sorbo al café, que está muy amargo. Miro hacia la ventana que da a las
instalaciones de S.H.I.E.L.D e intento desesperadamente deducir dónde puede
estar Bucky. Sé que Sharon lo sabe, pero no puedo preguntarle. Nadie, excepto
Sam, sabe lo interesado que estoy en este asunto. Miro y miro, pero no hay manera. Bucky está encerrado en alguna parte.
¿Pensará él en mí? ¿Tendrá frío? No
soporto esta maldita incertidumbre, si solo pudiera verle, aunque solo fuera de
lejos, para asegurarme de que no le han hecho nada…
Las alarmas empiezan a sonar lejanas, se me resbala de las
manos la taza de café y justo después se apagan las luces.
-¿Qué diablos pasa ahora? – grita Sam en la oscuridad.
-¡Bucky! – respondo, apoderándose de mí una ansiedad increíble. Quiero buscarle, pero siquiera sé por dónde empezar – Sharon, dime dónde está, tengo un mal
presentimiento.
-¡La celda 326!
Salimos corriendo de la sala lo más rápido que podemos,
damos tantas vueltas que ya no sé hacia dónde girar. Los interminables pasillos
a oscuras me dan cada vez más ansiedad. Mantengo la calma como puedo y sigo el
sonido de los zapatos de Sharon. El mal presentimiento cada vez se hace más
claro, nos han tendido una trampa y de alguna manera Bucky está metido otra vez
en un lío. Rezo por equivocarme, pero el brillo de algo metálico al final del
pasillo confirma mis miedos. Las luces vuelven a encenderse y lo veo.
Allí está, pero
no es Bucky.
Es el soldado de invierno.
Se lanza sobre mí sin decir palabra, intenta apuñalarme con
una ira que tristemente ya conozco. No puedo pararme a razonar con él, tengo
que actuar. Le paro el golpe y agarro su muñeca para lanzarle lo más lejos
posible. Pero consigue mantenerme asido a él y salimos ambos disparados
contra la pared, rompiéndola. Rodamos varios pisos hasta el lago. Se levanta y
salta hacia atrás para ponerse en posición de combate. Acto seguido se lanza
hacia mí lanzando un golpe tras otro mientras yo los paro como puedo. Saca el
puñal y con una increíble habilidad me corta los brazos. Con un rápido movimiento, le cojo de la cintura y le hago
una llave para inmovilizarlo. Consigue contrarrestar mi ataque y levantarse de
un salto. Antes de que pueda reaccionar le doy una patada en las costillas y le
tiro al lago. Las aguas se lo tragan sin mayor dificultad, pero Bucky no sale a
la superficie… Van pasando los minutos y él sigue ahí. No lo pienso más y me
tiro al lago de cabeza.
Bucky se ha quedado enredado en una especie de cuerda y cuando me acerco me mira suplicante. Tiene una brecha en la cabeza y su sangre
se mezcla con el agua.
Vuelve a ser él mismo.
Con Bucky entre mis brazos salgo del agua que está helada.
Estamos en paz, por aquella que él decidió rescatarme a mí, a pesar de que en
ese momento él siguiera siendo el soldado de invierno. Bucky no se acordaba ni de
él mismo, pero sí de mí.
No puedo dejarlo aquí, no más, tenemos mucho de
qué hablar… Empiezo a correr ante la mirada atónita de Sam, directo hacia el
cristal más cercano e intentando que Bucky no salga herido, lo rompo y sigo
corriendo sin mirar atrás.
-Bucky. Bucky, háblame. Intenta mantenerte despierto.
Bucky alza la cabeza e intenta mirarme, pero no es capaz de
sostenerme los ojos durante mucho tiempo. Aún así, esboza algo parecido a una sonrisa.
-¿Quieres que hable?
-Sí
-Pues que sepas que no deberías esforzarte
tanto por mí, ambos sabemos que soy un monstruo .
-¡No digas gilipolleces! Deja de pensar en eso y háblame, pero de otras cosas. – vuelvo a susurrarle, casi desesperado.
Bucky vuelve a sonreír, esta vez mirando al vacío.
-Tengo
frío, no soporto el frío. ¿Sabes que me
entrenaron en Siberia? Cuando no estaba entrenando, me encerraban en una
especie de cabaña. No sé dónde hacia más frío, si dentro o fuera – suelta
una carcajada, pero a mí se me ha encogido el pecho de solo imaginarlo. En el
fondo todo eso ha sido culpa mía. Nunca debí dejarle caer. Le aprieto más
fuerte contra mí. Ya casi llegamos.– Sería
bonito recuperar todos esos días perdidos, ¿no crees, Capitán?
Tras esas
palabras, finalmente, se desmaya.
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