viernes, 23 de septiembre de 2016

Divina Comedia - Final

                El hecho de que Dante recuperara las formalidades con Beatriz hizo que se le partiera el alma a la joven. Monna y Ella la miraron y la muchacha supo que no podía hacer otra cosa que girarse y enfrentarse a Dante.
                Solo por cómo la miraba, pudo sentir su dolor. La había escuchado y seguramente la habría creído, de ahí que tuviera aquella mirada tan triste y llena de odio. Se lamentaba demasiado, pero se obligó a mantenerse firme. Monna no debía enterarse, ni mucho menos su criada para luego decírselo a sus padres.
                -Beatriz, ¿quién es? - quiso saber Monna.
                -Beatriz, no me importa - le dijo Dante, utilizando las mismas palabras que ella había empleado.
                Ella le miró, intentando que viera que aquello no era lo que Beatriz esperaba. Quería hacerle ver que aunque dijera todas esas cosas, no era así, que ella había conseguido sentir algo por él, que le correspondía. Pero debía ser fría si quería volver a verle.
                -No lo sé, Monna. Si me disculpa, le pido que me deje en paz. Siento vergüenza.
                Dante asintió y se dio la vuelta sin más.
                Beatriz le había robado todo lo que un hombre podía tener a mano. Ella se lo había robado todo, sin intención de devolvérselo. Se alejó, cruzando de nuevo el Puente Santa Trinidad. El cielo se había vuelto oscuro para Dante y Beatriz. Se había acabado lo poco que había empezado entre ellos.
                Beatriz lo observó marcharse y Monna sonrió, impresionada con la capacidad de desdeñar de su amiga. En cambio, ella no se sentía orgullosa de lo que acababa de hacer. Para nada.
               Comenzó a dolerle la cabeza y seguidamente, esta empezó a darle vueltas. Quería que Dante estuviera a su lado. Tenía frío, quería su calidez. Lo necesitaba. La imagen de Dante se volvió borrosa y lejana. Beatriz alargó inconscientemente el brazo, con la esperanza de alcanzarlo, pero soltó repentinamente el cuaderno de su padre. 
              Cayó al suelo quedándose inconsciente, rompiendo el hilo de su vida, el hilo eterno que la mantenía viva gracias a Dante.
              Se merecía ir al infierno, pensó Beatriz.
              

              -¿Es ella?
             La joven mantenía los ojos aún cerrados cuando escuchó la voz de un hombre. Quería abrirlos y saber quién era, tenía mucha curiosidad. El cuerpo lo tenía helado, gélido y deseó que aquella sensación desapareciera.
             -Beatriz.
             Y ella despertó, encontrándose con los ojos de Dante a un palmo de ella. 
             -¡Qué hace aquí, Dante?
             -Su alma debió caer. ¿Pero por qué?
             -Dan...te.... Dante.... - empezó a balbucear, como las niñas pequeñas, sin poder controlarse, ya que tenía a Dante, delante de ella. La miraba como si no hubiera visto nada más hermoso.- Dante... perdóname...
             Dante, con cuidado pasó un brazo por su espalda e incorporó a la joven del frío suelo. Comprendió por qué le pedía perdón, el por qué de haber caído al Infierno. Se sentía culpable por haberle apartado.
             Fue entonces cuando Beatriz vio más allá de la bella cara de Dante. No estaba en Florencia. No estaba en casa. Aquel lugar era hostil y escalofriantemente gélido. Entonces cayó en la cuenta, sabía donde estaba porque era lo que había deseado antes... antes de...
             -Dante, tenemos que llevárnosla ya.
             Pero él no escuchó a su amigo y poeta Virgilio.
             -¿Cómo has llegado hasta aquí, mi Beatriz?
             -No quería vivir si no era contigo. Lo siento, Dante - no podía moverse, porque su cuerpo no quería responder a sus ruegos por extender los brazos para poder abrazarle. Quería tocarle, pero se veía frustrada-. Ti amo...
             Había deseado ir al mismo Infierno si no podía estar con Dante, había dejado que su cuerpo la dejara, muriendo. Había roto un pequeño hilo que la unía a Dante, el cual él desconocía hasta el momento pero que ella había visto nada más fallecer.
             El infierno era un lugar adecuado para ella, porque no se merecía otro por el dolor que le había ocasionado a aquel joven que la miraba con adoración. Dante le había robado el alma, el corazón. No sentía ni siquiera cómo iba a latir el suyo si él no la perdonaba.
             Los ojos de Dante se llenaron de lágrimas. Su musa, su señora, la responsable de sus pesadillas, de sus sueños... La mujer que se había llevado su corazón, estaba con él.
             -No pasa nada, mi bella Beatriz. No hay nada que perdonar porque ya estás conmigo. He venido por ti, por nuestro amor. Ti amo....
             -Oye, Dante... - comenzó a decir Virgilio.
              Virgilio prefería irse de allí, demasiado era que había entrado a aquel gélido lugar. Miró a su alrededor, sintiendo cómo los pelos se le ponían cada vez más de punta y luego, regresó la mirada sobre su amigo y la joven causa de su dolor. Dante abrazaba con fuerza a la mujer que, sin vida, se aferraba a la de su amigo con la mirada. Beatriz lloraba y él también, uniendo sus lágrimas para pedirse perdón el uno al otro. Dante por haber tardado tanto en encontrarla y Beatriz, por haberlo tratado de aquella espantosa manera cuando, realmente, su corazón había reconocido la única razón por la que vivir. Y por eso ella estaba ahí, porque su más amada y pura razón, había desaparecido cuando ella lo había rechazado.
             Ella había abandonado su vida misma para acabar en el Infirno.
             Dante la cogió en brazos. Beatriz era ligera, delicada y suave. No pesaba apenas, por lo que no le costó nada llevarla a cuestas y traerla a la vida.
         

             Salieron del Inframundo, del infierno al que había caído Beatriz por culpa de su insensatez. Pagando y purgando por ello. Pero cuando salieron de aquel lugar hostil y lleno de maldad, de almas en penas, se encontraron en el mismo puente en el que la había conocido.
            -Ya estamos aquí, mi Beat... - Dante bajó la mirada hasta su musa, descubriendo la imagen de una joven pálida y aún fría con los ojos cerrados -. ¿Beatriz? Estamos aquí, Beatriz.
           Virgilio estaba al lado de Dante, sin decir una palabra. Tenía el corazón encogido, ya que por alguna razón, sentía lo mismo que estaba golpeando fuertemente contra el pecho de Dante. Beatriz no estaba despierta y su cuerpo no mostraba ningún atisbo de vida. El joven la dejó en el suelo y él, con lágrimas en los ojos, la tomó de la cara y la pegó a la suya. Estaba tan fría, que hasta le dolían los dedos al tocarla.
           -Beatriz, no nos hagas esto. No, por favor.
           -Dante, Beatriz est...
           Él sí sabía qué le había pasado a Beatriz.
           -¡Ni se te ocurra decirlo, Virgilio! - gritó en medio del puente, apartando la mano que su amigo le había puesto en el hombro para consolarlo.
           No se ofendió por el desplante de Dante porque entendía en qué clase de tesitura se encontraba. No se lo iba a recriminar, él no era nadie para decirle a Dante nada. Se limitó a mirar como su amigo lloraba desconsolado sobre el pecho de su amada. Había conocido el amor a través de la joven mientras la veía leer, mientras lo miraba y luchaba contra su impulso, mientras la había besado, reconociéndose. Y ahora, cuando ella se había dejado morir por la ausencia de su amado Dante, había caído al Infierno.
          -Beatriz, abre tus preciosos ojos, por favor. No me dejes... no... Perdóname... Perdóname. Yo te quiero, Beatriz. Tú eres mi rayo de calidez que hace que quiera vivir. No me abandones...
          Esperó a que su cuerpo se moviera, que sus párpados se levantaran, que su pecho comenzara otra vez a respirar, pero no obtuvo ningún tipo de respuesta por su parte. Beatriz continuaba tendida en el suelo, sin vida.
          El llanto de Dante estaba desgarrando su corazón y el de Virgilio, el cual tuvo que darse la vuelta y apoyarse contra el semimuro del puente, contemplando detenidamente cómo caía la noche sobre ellos. No había nada que pudiera calmar sus almas porque Virgilio, ya la había perdido hacía algún tiempo y Dante la acababa de perder cuando se dejó caer del todo encima de su amada.
           Virgilio sabía lo que Beatriz había hecho con ella y Dante.
            Había cortado el hilo que los unía, lo único que la había mantenido convida incluso mucho antes de conocer a Dante. El problema era que, una vez cortado ese hilo, nada podría devolverle su alma, el cual se había quedado en el Infierno, castigándose así misma.
           Dante cerró los ojos hinchados por las lágrimas, abrazado al cuerpo sin vida de Beatriz, y Virgilio, que era un mero espectador que sufría por la gran empatía que tenía con Dante, tuvo que separarlo de ella.
          Hizo que no mantuviera ningún contacto físico con Beatriz, sorprendido al ver que esta vez no lo hubiese apartado de mala manera. Se agachó hasta su misma altura y agarró a su amigo por los hombros, zarandeándolo para que abriera los ojos y lo mirara. Cuando lo hizo, vio cómo los ojos de Dante carecían de ánima alguna.
          -Los versos y suspiros que le dediqué... se lo ha llevado todo... Me ha matado, Virgilio.
          Él asintió. Su amigo estaba muerto en vida.
          -Virgilio, Beatriz... me ha abandonado. De verdad.
          -Se ha castigado, Dante. No te ha abandonado. Ella está allí, en el Infierno.
          -Pero si la hemos traído hasta aquí, estaba en mis brazos. Tan ligera... tan delicada...
          Virgilio suspiró.
          -No, Dante. No nos la hemos podido traer. Mira.
          Y Dante miró hacia donde Virgilio lo hacía.
           La noche cayó del todo, con la luna bien alta en el cielo, reflejándose elegantemente en el río. Beatriz se desvanecía, su cuerpo se volvía cada vez más traslúcido hasta que no quedó ni rastro de la joven.
         

           -Perdón, Dante. Pero yo no me puedo perdonar - dijo Beatriz.


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Debo de mencionar lo siguiente.
Esto es un pequeño relato hecho por mí, basándome en la real Divina Comedia de Dante Alighieri pero que nada tiene que ver con ella. Yo lo único que he hecho ha sido tomar pequeñas pinceladas y crear esta historia.
Espero que os haya gustado.
          

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