-¿Pero qué coño haces. mujer estúpida?
Eso enervó aún más a Hades. Quería decirle tantas cosas que ninguna salió de su boca, por lo que Héctor se defendió y pasó por debajo del brazo de la chica para que esta cayera al suelo y le cogiera de ambos brazos para aprisionarla por la espalda.
-Eres una estúpida si crees que me puedes partir la cara.
-Y tú un ingenuo si piensas que no lo haré.
Hades, que se encontraba boca abajo, notó cada vez más sobre ella todo el cuerpo aplastante de Héctor, que la había atrapado con una facilidad de la que no se sentía orgullosa. Héctor pegó su boca contra el oído derecho de Hades, haciéndola estremecer al notar su aliento.
-¿Y así? ¿Hubieras preferido así, cariño?
Ella negó con la cabeza, tan enfadada que la giró con fuerza contra la de él, dándole un fuerte golpe que lo dejó un poco aturdido. Y así fue, Héctor dio un pequeño alarido y se apartó de ella, para poder sentarse y estabilizar su cabeza. Hades se levantó rápidamente y le cogió la cabeza con las manos, para luego con su rodilla izquierda golpear la barbilla de Héctor. Los dientes inferiores chocaron con los superiores, ocasionando que un pequeño hilo de sangre saliera de los labios del chico.
-Hubiera preferido que no hubiera pasado, hijo de la gran puta.
Héctor, que luchaba contra el dolor de su boca y el de la cabeza, la miró desde arriba. Hades estaba a la defensiva y la minó con recelo. No podía negarlo, pero con la cara totalmente encendida y respirando fuerte, con esa actitud, Héctor pensó en lo hermosa que era Hades.
No era karate lo que estaban haciendo, sino que estaban luchando sin más, a ver quién arreaba el golpe más fuerte.
No era karate lo que estaban haciendo, sino que estaban luchando sin más, a ver quién arreaba el golpe más fuerte.
Sin previo aviso, Héctor pegó un pequeño grito y se lanzó contra Hades, para así cogerla de las piernas y hacer que cayera al suelo con él.
No, pensó Hades alterada por lo que estaba pasando, no iba a dejar que él se quedara encima y la encarcelara con su cuerpo, por lo que luchó por liberar una pierna de sus brazos y así alejarlo con ella. Pero Héctor era fuerte, tenía un cuerpo bien definido y musculoso, fuerte sobre todo, y la agarraba como si nunca la fuera a soltar. Escaló por su cuerpo y ella, mientras, para no dejarse hacer esta vez, intentó rodar. Sí, a lo mejor era patético porque rodaba como una auténtica croqueta, pero tenía que liberarse como fuera.
-Vamos, Hades, ¿qué te pasa? ¿Tan rápido te quieres librar de mí?
Héctor reída neurótico con la boca ensangrentada.
El muchacho resentido, avergonzado y culpable había desaparecido. Otra vez. El Héctor que había dejado el día anterior en el vestuario de las chicas, con cara de auténtica culpa, con la mirada puesta en el suelo, subordinado y fatídico por la expresión fría que le había dejado Hades, realmente había desaparecido para convertirse de nuevo en aquel monstruo.
¿Había pensado en perdonarle? No, porque lo de la ducha le había dolido tanto, tantísimo, que no pensaba perdonarlo. Pero al ver la expresión de cordero culpable, había ocasionado que ella dudara. Lo de la ducha había sido para echarse a llorar, porque la había aplastado contra la pared y le había hecho daño. Eso no era sexo duro, ni mucho menos. Era resentimiento, frustración por haber obtenido una victoria que le correspondía a él. Nunca antes le habían vencido, y menos una mujer a la que había infravalorado tanto. No porque fuera mujer, sino porque había sido ella. Precisamente Hades, a la que no le había quitado nunca el ojo de encima.
Después de lo que le había hecho, lo único que pudo sentir Hades fue impotencia, porque consideraba aquello una violación, que así era, pero no podía recriminarle el escozor que luego se le había quedado entre las piernas. Pero claro, pensó Hades, luego estaban los moratones y la idea de haberse siquiera excitado cosa que, rápidamente, desechó. Al igual que aquel corto pensamiento que se le había cruzado sobre que no la había besado mientras se la follaba. Hades estaba loca si no podía reconocer la importancia del asunto. Pero ella lo sabía, sabía quién era Héctor y el odio que desprendía hacia ella.
La mirada de Hades era envolvente, fría y casi aterradora, llena de reproche. Pero no solo hacia él, sino hacia ella misma, y eso Héctor lo sabía más que de sobra. Por eso la había apuñalado con sus palabras al decirle que después de todo, había disfrutado con él en la ducha, por mi violento que hubiera sido. Ella podría haberse librado fácilmente de él si hubiera querido. ¿Gritar? Claro que había gritado pidiendo ayuda, pero parecía mentira si no sabía que nadie le ayudaría. La había hecho sentir como un trapo, anulándola y se sentía nada orgulloso de ello. Había querido ser amable con Hades, dando incluso por hecho que lo último que ella quería era respirar su mismo aire, pero entonces se la encontró ahí, parada en seco, espiando a través de la puerta.
¿A qué jugaba? A volverle loco, pensó. No tenía suficiente, Hades nunca tenía suficiente para él.
-Vamos, Hades, ¿qué te pasa?
-¡Te voy a partir la boca, cuerpo escombro de mierda!
Héctor, que consiguió colocarse otra vez encima de Hades, se rió, soltando pequeñas gotas de sangre que venían de su boca. La miró con sorna, disfrutando de su incomodidad.
-¿Cuerpo escombro? ¿Qué clase de insulto es ese, preciosa?
Hades colocó sus manos en su pecho, con el fin de que este se apartara de ella y guardara las distancias. Todo su cuerpo tembló. Estaba perdiendo la fuerza de voluntad decidida con la que había comenzado. Miró la boca ensangrentada de Héctor y por un momento, se sintió culpable. Él no había hecho que derramara ni una gota de sangre. Le dio otro golpe fuerte en la cabeza, esta vez mareándose hasta ella. Él se resintió y perdiendo el equilibrio, Hades lo cogió de los hombros y se puso encima de él.
Le había hecho una pequeña brecha en la ceja derecha. Sin ningún miramiento, con la sonrisa de Héctor aún en los labios, comenzó a arrearle un puñetazo, dos, tres y más que fueron después mientras soltaba gritos e insultos.
Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que, de esa forma, estaba haciendo lo mismo que él había hecho el día anterior con ella, solo que de otra forma. Él la había cogido y la había tomado en la ducha, pero ella le estaba pegando sin compasión alguna.
Paró en ese mismo instante y se llevó las manos a la boca. Héctor se merecía todo el mal del mundo, pero así no. Se odió y sin esperarlo, alargó sus manos hasta la cara del chico, que aún tenía la comisura de los labios alzadas. Él, que tenía la cara hinchada, al verla, hizo el amago por intentar esquivar su agresión, pero se encontró con una Hades rota, pero rota de verdad. Le acarició donde le había arreado los puñetazos. Tenía la barbilla áspera, ya que le estaba saliendo la típica barba de tres días. Él se quejó y se la quedó mirando, dejando de sonreír. Comprendió cómo debía sentirse Hades. Todo su cuerpo se relajó al comprobar que la chica se levantaba.
-Lo siento - dijo mientras se apartaba y dejaba caer dos lágrimas. Estaba realmente desbordada.
Le había partido la cara, literalmente, pero para nada esperaba encontrarse así de mal.
-Te aseguro que nunca más vas a tener que verme - prosiguió dirigiéndose hacia la puerta.
Héctor fue más rápido, aún dolorido, y la alcanzó cogiéndola de un brazo.
La volvió hacia él y, sujetando su cara, la besó en los labios, compartiendo la sangre que Hades le había provocado y bebiendo, a su vez, las lágrimas desbordadas de ambos.
Héctor se sentía responsable y culpable por lo que le había dicho y hecho a Hades, y ella, por otro lado, igual, por haber agredido de esa manera a Héctor.
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Después de lo que le había hecho, lo único que pudo sentir Hades fue impotencia, porque consideraba aquello una violación, que así era, pero no podía recriminarle el escozor que luego se le había quedado entre las piernas. Pero claro, pensó Hades, luego estaban los moratones y la idea de haberse siquiera excitado cosa que, rápidamente, desechó. Al igual que aquel corto pensamiento que se le había cruzado sobre que no la había besado mientras se la follaba. Hades estaba loca si no podía reconocer la importancia del asunto. Pero ella lo sabía, sabía quién era Héctor y el odio que desprendía hacia ella.
La mirada de Hades era envolvente, fría y casi aterradora, llena de reproche. Pero no solo hacia él, sino hacia ella misma, y eso Héctor lo sabía más que de sobra. Por eso la había apuñalado con sus palabras al decirle que después de todo, había disfrutado con él en la ducha, por mi violento que hubiera sido. Ella podría haberse librado fácilmente de él si hubiera querido. ¿Gritar? Claro que había gritado pidiendo ayuda, pero parecía mentira si no sabía que nadie le ayudaría. La había hecho sentir como un trapo, anulándola y se sentía nada orgulloso de ello. Había querido ser amable con Hades, dando incluso por hecho que lo último que ella quería era respirar su mismo aire, pero entonces se la encontró ahí, parada en seco, espiando a través de la puerta.
¿A qué jugaba? A volverle loco, pensó. No tenía suficiente, Hades nunca tenía suficiente para él.
-Vamos, Hades, ¿qué te pasa?
-¡Te voy a partir la boca, cuerpo escombro de mierda!
Héctor, que consiguió colocarse otra vez encima de Hades, se rió, soltando pequeñas gotas de sangre que venían de su boca. La miró con sorna, disfrutando de su incomodidad.
-¿Cuerpo escombro? ¿Qué clase de insulto es ese, preciosa?
Hades colocó sus manos en su pecho, con el fin de que este se apartara de ella y guardara las distancias. Todo su cuerpo tembló. Estaba perdiendo la fuerza de voluntad decidida con la que había comenzado. Miró la boca ensangrentada de Héctor y por un momento, se sintió culpable. Él no había hecho que derramara ni una gota de sangre. Le dio otro golpe fuerte en la cabeza, esta vez mareándose hasta ella. Él se resintió y perdiendo el equilibrio, Hades lo cogió de los hombros y se puso encima de él.
Le había hecho una pequeña brecha en la ceja derecha. Sin ningún miramiento, con la sonrisa de Héctor aún en los labios, comenzó a arrearle un puñetazo, dos, tres y más que fueron después mientras soltaba gritos e insultos.
Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que, de esa forma, estaba haciendo lo mismo que él había hecho el día anterior con ella, solo que de otra forma. Él la había cogido y la había tomado en la ducha, pero ella le estaba pegando sin compasión alguna.
Paró en ese mismo instante y se llevó las manos a la boca. Héctor se merecía todo el mal del mundo, pero así no. Se odió y sin esperarlo, alargó sus manos hasta la cara del chico, que aún tenía la comisura de los labios alzadas. Él, que tenía la cara hinchada, al verla, hizo el amago por intentar esquivar su agresión, pero se encontró con una Hades rota, pero rota de verdad. Le acarició donde le había arreado los puñetazos. Tenía la barbilla áspera, ya que le estaba saliendo la típica barba de tres días. Él se quejó y se la quedó mirando, dejando de sonreír. Comprendió cómo debía sentirse Hades. Todo su cuerpo se relajó al comprobar que la chica se levantaba.
-Lo siento - dijo mientras se apartaba y dejaba caer dos lágrimas. Estaba realmente desbordada.
Le había partido la cara, literalmente, pero para nada esperaba encontrarse así de mal.
-Te aseguro que nunca más vas a tener que verme - prosiguió dirigiéndose hacia la puerta.
Héctor fue más rápido, aún dolorido, y la alcanzó cogiéndola de un brazo.
La volvió hacia él y, sujetando su cara, la besó en los labios, compartiendo la sangre que Hades le había provocado y bebiendo, a su vez, las lágrimas desbordadas de ambos.
Héctor se sentía responsable y culpable por lo que le había dicho y hecho a Hades, y ella, por otro lado, igual, por haber agredido de esa manera a Héctor.
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